Historia, pregunta formulada por uzielcastilloalvarez, hace 5 meses

Cuales fueron las causas de los motines y manifestaciones sugeridas en las ciudades enlos siglos XVII

Respuestas a la pregunta

Contestado por ladydianahuillcahuam
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Respuesta:

Respuesta:Con base en: Siglo XVIII: El colonialismo español ante el inconformismo social. Motines, protestas, revueltas e insurrecciones. Texto inédito de Gustavo Quezada.

Mientras en Europa la muerte del feudalismo daba paso al capitalismo, y con éste a una transformación de las formas económicas, políticas, sociales, técnicas, culturales, dominantes, en el Nuevo Mundo la vida dejaba atrás la pasividad y daba paso a miles de voces y protestas para pedir fin de los monopolios, libertad de comercio, menos impuestos, abolición de la esclavitud, regreso a las formas indígenas de vida y sociedad, e incluso fin de la monarquía. Los levantamientos y protestas sucedían sin coordinación pero reflejaban la inconformidad que será antesala de protestas e insurrecciones que golpearían la Colonia. Los hechos muestran que la Colonia no fue tan bondadosa ni tan tranquila como se dijo.

Explicación:

ESPERO QUE TE AYUDE UwU

Contestado por mirandajuarez1708
2

Respuesta:

corona

Explicación:

El fenómeno de la conflictividad social no fue, ni mucho menos, desconocido antes del siglo XVII, ni está vinculado necesariamente a un estado de crisis general. Lo que marca una cierta diferencia entre los siglos XVI y XVII es la intensificación del panorama de los conflictos en la XVII centuria, en este caso sí en estrecha relación con las condiciones críticas que se hicieron patentes en este siglo. En efecto, como consecuencia de la crisis económica y de la polarización social que indujo, se observa un recrudecimiento de las tensiones y un aumento de los estallidos de violencia social. Sobre la naturaleza de estos movimientos populares existen distintas líneas de interpretación Algunos autores defienden incluso su carácter conservador, en el sentido de que reivindicaban la vuelta a una situación anterior, considerada más justa y modificada por la acción del Estado o del poder señorial. Se trataría, por tanto, no de revoluciones, sino de sublevaciones, rebeliones o motines sin un auténtico alcance revolucionario. Una prueba que se aporta a esta interpretación consiste en las consignas coreadas por los campesinos sublevados en Francia en 1636 (Vive le roi sans la gabelle!, Vive le roi sans la taille!) o por la plebe urbana levantada a mediados de siglo en diversas ciudades de Andalucía (¡Viva el rey y muera el mal Gobierno!), que supuestamente evidencian que tales movimientos se dirigían contra los impuestos o contra una situación concreta de gobierno sin cuestionar la legitimidad del orden superior político-social representado por la Monarquía. El argumento, no obstante, puede ser vuelto del revés. La apelación al rey podía consistir sencillamente en un acto de autolegitimación de los propios movimientos populares, los cuales reflejan un estado de rebeldía contra el orden establecido y un conjunto de aspiraciones -más o menos vagas o utópicas- de raíz inequívocamente revolucionaria. En este sentido, la rebeldía se manifestaría contra aquellas figuras que representaban la relación de poder inmediata: señores, recaudadores de impuestos, agentes gubernativos. Las sublevaciones modernas han podido ser así vistas como manifestaciones de la lucha de clases. Pillorget ha establecido tres modelos diferentes: a) Los movimientos urbanos suscitados por problemas materiales (en especial, carestías), por razones de prestigio o por disputas en torno al poder; b) los movimientos urbanos o campesinos contra la incursión de agentes foráneos al sistema de organización aceptado por la colectividad (recaudadores, tropas) y en defensa de derechos comunales o de la propiedad individual, y c) los movimientos en favor de los particularismos provinciales frente a la acción unificadora del poder central. Esta tipología, en opinión de J. Dantí, permite calificar la casi totalidad de los conflictos del siglo XVII, si bien éstos podían compartir de forma simultánea distintos modelos. Por su parte, Francois Hincker propone distinguir, dentro de los movimientos específicamente campesinos, entre dos modelos, correspondientes el uno a la Europa oriental y el otro a la Europa occidental. El primero de ellos estaría definido por un estado de permanente insurrección derivado de la servidumbre feudal a la que se sujetó al campesinado. El fenómeno designado como segunda servidumbre, que estableció sobre los campesinos al este del Elba prestaciones en trabajo y la adscripción a la tierra, impulsó a los que no se resignaron a aceptar la situación a elegir entre el camino de la huida y el de la revuelta. La primera solución fue factible sólo en aquellos casos en los que había zonas próximas despobladas que ofrecían la oportunidad de asentarse en condiciones de mayor libertad personal. La evolución social resultó distinta en este segundo ámbito, en el que, por término general, y a pesar de la persistencia bastante extendida del señorío, la población rural se había emancipado de la servidumbre feudal. El campesinado libre, que se mostró muy activo en ciertos países, como en Francia, a la hora de protagonizar revueltas, se levantaba, por tanto, por razones distintas a las del campesinado oriental. Al oeste del río Elba la rebeldía rural estuvo, según Hincker, vinculada en mayor grado a la irrupción del Estado monárquico absolutista, identificado por los campesinos con un cuerpo extraño a su sistema de organización tradicional. Las exigencias del Estado en forma de imposición fiscal y el endurecimiento de las condiciones de vida derivado de las crisis agrarias actuaron como precipitantes de las rebeliones. Del anterior esquema Hincker exceptúa algunas pocas revueltas que, muy marginalmente, respondieron a otro tipo de causas, bien de carácter religioso (como la de los Viejos Creyentes, integristas rusos sublevados en 1645) o étnico-religioso (como las registradas en Irlanda y Escocia)

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