cuales fueron las causa de crisis del federalismo
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Impunidad, corrupción, inseguridad y delincuencia, caos territorial, pésimos servicios públicos, incompetencia fiscal, son las puntas de una misma rama de nuestro árbol federalista. Desde el siglo XIX el federalismo fue una estructura de cacicazgos, no una construcción de abajo hacia arriba de legítimos poderes locales y sociedad civil. Surgió en el contexto de una ideología fertilizada por la Ilustración y las Cortes de Cádiz, y por el naciente liberalismo europeo.
Explicación:
Respuesta:Impunidad, corrupción, inseguridad y delincuencia, caos territorial, pésimos servicios públicos, incompetencia fiscal, son las puntas de una misma rama de nuestro árbol federalista. Desde el siglo XIX el federalismo fue una estructura de cacicazgos, no una construcción de abajo hacia arriba de legítimos poderes locales y sociedad civil. Surgió en el contexto de una ideología fertilizada por la Ilustración y las Cortes de Cádiz, y por el naciente liberalismo europeo. Fue acicateada por la enjundia anticonservadora y anticentralista, y por una tal vez inevitable autoafirmación de soberanía ante amagues imperiales. No fue resultado del análisis de una realidad nacional diversa y abigarrada, con profundas diferencias regionales y culturales.A una sociedad colonizada y dividida en castas, incubada en el paternalismo, la corrupción, la autocracia monárquica y virreinal, en la sumisión a identidades indígenas, y en la emasculación de autonomía y responsabilidad individual, se le impuso un ropaje federal que trató de emular a la exitosa democracia estadounidense. Caciques, caprichos localistas y atavismos culturales pulverizaron al país en casi 2,500 municipios que, se creía, serían la célula de una vigorosa democracia basada en la cercanía del poder a los ciudadanos, pero los ciudadanos eran imaginarios (Fernando Escalante Gonzalbo. Ciudadanos imaginarios. Colmex).
Durante el Porfiriato y la Presidencia Imperial, la ficción federalista se mantuvo como ídolo de barro; su fracaso fue enmascarado por un arrollador Poder Ejecutivo que con frecuencia ni siquiera las formas respetaba. México era de facto una república unitaria. Todavía, en 1983, la realidad fue inmolada al ídolo del federalismo. Irreflexiva e ingenuamente se hicieron modificaciones al Artículo 115 constitucional que le consagraron al municipio facultades casi universales en seguridad, servicios públicos, fiscalidad predial y ordenamiento territorial. Esto, a miles de jurisdicciones municipales atomizadas y miserables, sin capacidad de cobrar impuestos ni autofinanciarse, sin ciudadanía ni sociedad civil, impotentes ante núcleos agrarios (ejidos y comunidades), dominados por cacicazgos, con la corrupción en las venas, y con administraciones efímeras de tres años.
Con la disolución de la Presidencia Imperial y la fractura y dispersión del poder, el ídolo federalista se metamorfoseó en monstruoso demonio. Muchos municipios en los estados más vulnerables fueron capturados de inmediato por poderes fácticos y, enseguida, devorados por la delincuencia organizada que se multiplicó y avasalló con crueldad inusitada el territorio nacional, nutrida por el astronómico negocio del narcotráfico.
El emperador quedó desnudo. No había policías ni sistema de justicia capaces de enfrentarlo. Fueron también engullidos, ante la complacencia, complicidad o impotencia de gobiernos estatales y federal, de suyo, corroídos por la corrupción e inhabilitados por carencias técnicas, legales, presupuestarias, institucionales y operativas. Se utilizó con alto riesgo a las fuerzas armadas, aunque tímidamente se trató de desarrollar una policía federal que contuviera el derrumbe de la seguridad pública.
Nada funciona; mientras patéticas o aterradoras policías municipales y gobiernos locales sean banda de transmisión y pústulas de infección del crimen organizado, mientras los sistemas de procuración de justicia estén al servicio de los intereses de los gobernadores y mientras no exista un aparato eficaz de reglas de gasto, transparencia y anticorrupción que someta a los ediles, poco ayuda el colosal negocio que implica el irracional prohibicionismo de las drogas para las bandas de narcotraficantes.
México necesita despertar de la pesadilla federalista. Es urgente revisar el Artículo 115 constitucional, eliminar a las policías municipales, crear policías estatales únicas, con integrantes capacitados y certificados; con jefes de policía egresados de escuelas especializadas acreditadas. Urgen fiscalías o ministerios públicos autónomos, transformar los esquemas de procuración de justicia penal y un sistema nacional anticorrupción.
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