Cuáles fueron las características de la industria minera a finales del siglo
XVII.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El oro de América, al remediar la escasez que de él se presentaba en Europa, contribuyó a bajar la presión
sobre los precios, y se constituyó en el primer elemento de la globalización de los mercados de las
nacientes sociedades poscolombinas. Además de financiar las importaciones, representó la primera gran
salida de capitales de la región. “Durante más de dos siglos y medio, el oro constituyó el 100% de las
exportaciones del Nuevo Reino de Granada (mediados del siglo xvi a finales del xviii)” (Melo y Ocampo
1983). Cabe entonces preguntarse: ¿la enfermedad holandesa nació aquí, durante la Colonia? Si bien este
escrito muestra la contribución de la minería antioqueña al proceso industrial colombiano, es importante, a
la vez, examinar si los indicadores de riqueza asociados al proceso histórico de la explotación de metales
preciosos no se han fortalecido y que hoy como ayer la pobreza ronda las regiones mineras.
Minería de oro y plata
Los primeros centros de explotación intensiva de oro que se desarrollaron en el actual territorio colombiano
estaban ubicados en Popayán y Mariquita; luego, avanzado el siglo xvi, entran en producción minas de
Cáceres, Remedios y Segovia, nordeste de lo que hoy es el departamento de Antioquia, iniciando de esta
manera la participación de la minería de esta región en la construcción de la economía del Nuevo Reino. Más
tarde se complementaría con las explotaciones de Chocó, Santa Rosa de Osos y Rionegro (1670-1800), en los
albores de la república.
La Antioquia de la Colonia estuvo caracterizada por núcleos migratorios, los cuales se movían según los
descubrimientos de nuevas minas y la decadencia de las ya explotadas, situación que contribuyó a que
dichos territorios no alcanzaran niveles de vida satisfactorios. Aun así, era claro que su pobreza era relativa
en relación con la riqueza y las posibilidades de la región. Decía al respecto el religioso capuchino fray
Joaquín de Finestrad, refiriéndose a las Provincias: “La de Antioquia, que toda está lastrada de oro, es la
más pobre y miserable de todas, a proporción de la riqueza que en sí contiene y del mayor valor y estimación
que puede ofrecer al Real Erario” (Finestrad, 2010)
Explicación:
Respuesta:
Explicación:
Todos los historiadores, de todos los tiempos, se ven marcados por una
imagen, un libro, una idea. No creo exagerar si afirmo que los historiadores
de la economía de mi generación han sido marcados por la gráfica publicada,
ya hace más de treinta años, por Earl Jefferson Hamilton, que reproducía las
cantidades de oro y plata americanos llegadas a Sevilla (Hamilton, 1934). Yo no
he escapado a la regla. Desde entonces, he sentido atracción por mirar esos metales
preciosos, no a su llegada a Europa sino en los lugares mismos de su origen. He
querido desembarazarme de todo el aspecto casi místico que, en la historiografía
en curso, rodea generalmente los metales preciosos y he querido considerarlos
como un producto cualquiera y estudiarlos en el momento de su producción. Porque
ahí está todo el problema: ver el oro y la plata americanas en América significa
estudiar un hecho de producción; verlos en Sevilla, significa tomar en consideración
un hecho de distribución. El uno sin el otro significa poco: hay que comenzar a
intentar establecer las relaciones (v. Jara, 1966).
La producción de metales preciosos en América española pasó por una primera fase: aquélla de la producción brutal en los lavaderos, de los buscadores de
pepitas de oro (Chaunu, 1959: 510ss). Un poco en todas partes en las nuevas
tierras, los españoles encontraron arenas auríferas.
Era casi inevitable: un enorme continente, escasamente poblado, donde, en
conjunto, el oro no representaba sino uno de los criterios de riqueza, pero no el
criterio absoluto: eso permitió durante siglos y milenios, la formación de depósitos de oro a lo largo de las vertientes de los ríos, de los torrentes.