cuales fueron las característica de la acción misericordiosa de Jesús en heb 4,15-15,10
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Introducción
Para definir las cualidades fundamentales del sacerdocio de
Cristo, la Carta a los Hebreos utiliza los dos adjetivos que, ya hemos
dicho, son muy ricos en contenido: «que tiene autoridad (digno de
fe)» y «misericordioso».
Cristo tenía que llegar a ser un sumo sacerdote misericordioso y
con autoridad (Heb 2,17). Estos dos calificativos ponen de
manifiesto dos características diversas y un tanto contrastantes del
sacerdocio. Un aspecto de humildad y otro de gloria; un aspecto de
solidaridad y un aspecto de autoridad divina.
Al final del capítulo 2, el Autor enumera en primer lugar el carácter
de misericordia y luego el de autoridad. A continuación, sin
embargo, desarrolla y explícita primero el aspecto de autoridad,
demostrando que Cristo tiene derecho a la fe y a la obediencia
(3,1-4,14); mientras que el otro aspecto, el de solidaridad llena de
compasión, viene reservado para una segunda sección, dentro de
la misma exposición (4,15-5,10).
Hemos considerado ya el aspecto de autoridad que le
corresponde a Cristo en cuanto sumo sacerdote digno de fe y
establecido sobre la casa de Dios. Nos corresponde ahora
desarrollar el otro aspecto fundamental, es decir, el de la solidaridad
con los hombres.
«... Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas. El las ha experimentado
todas, menos el pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al
trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia en
el momento oportuno» (Heb 4,15-16).
Antes de comentar este texto y los versículos sucesivos, nos será
útil decir algunas pocas cosas acerca de la unión de los dos
aspectos y mostrar el profundo contraste con el sacerdocio antiguo.
1. Necesaria unión de estos dos aspectos
Lo que constituye el sacerdocio propiamente no es ni sólo el
aspecto de autoridad ni sólo el aspecto de solidaridad humana, sino
más bien la íntima unión de ambos aspectos.
Un sacerdote acreditado junto a Dios, y por tanto, con autoridad,
pero al que le faltara la razón de solidaridad con los hombres, no
estaría en condiciones de venir en ayuda de su miseria. Su
situación gloriosa lo separaría de ellos; no les serviría.
Por el contrario, un sacerdote totalmente lleno de compasión por
sus hermanos, pero que no fuera agradable a Dios, no podría de
ninguna manera intervenir de una manera eficaz en favor de los
mismos; su compasión resultaría inútil.
Todo el valor del sacerdocio de Cristo—y en consecuencia del
sacerdocio cristiano— proviene de la perfecta unión en Cristo, de
estas dos cualidades fundamentales; Cristo es sacerdote al mismo
tiempo lleno de autoridad y de gran misericordia. Posee juntamente
la más alta autoridad imaginable y la compasión más
entrañablemente humana. Y lo que asegura la perfecta unión de
estos dos aspectos es el modo como Cristo ha alcanzado su
posición gloriosa, esto es, sin necesidad de separarse de los demás
hombres, más aún, forzando hasta el máximo su solidaridad con los
mismos.
Cristo ha llegado a su gloria actual por el camino de la compasión,
de los sufrimientos humanos y de la misma muerte humana. Su
gloria está muy lejos de parecerse a la gloria de la ambición
satisfecha, es más bien la gloria de un amor en extremo generoso.
Esta gloria lo coloca en el corazón de la misericordia y le alcanza los
medios de venir en ayuda de los hombres.
Este es el punto que el Autor está empeñado en hacer resaltar a
lo largo de la segunda sección del texto que estudiamos. Nuestro
Autor concibe la misericordia sacerdotal como un sentimiento
totalmente empapado de humanidad. Él se mueve con una
compasión que se prueba a través del amor a los semejantes; no el
sentimiento superficial de quien se conmueve fácilmente, sino el
sentimiento que empeña todo el ser en la miseria de los demás.
Si miramos el conjunto del contexto nos daremos cuenta de que el
Autor ha visto en todo ello una verdadera solidaridad que paga con
la propia persona (2,16) y proporciona auténtica ayuda. Quiere
hacernos comprender que para compadecerse de verdad es
necesario haber padecido en la propia persona, haber pasado por
las mismas pruebas y soportado los mismos sufrimientos. La
misericordia concebida desde esta luz asegura entre el sumo
sacerdote y los hombres una relación tierna, fuerte y de auténtica
fraternidad. Y este es uno de los motivos sobresalientes y
relevantes de la pasión de Jesús. Era necesario que Él compartiera
la cruz de los más probados entre nosotros para ligarse con todas
las fibras de su humanidad, remodelada en el sufrimiento y en el
amor.
En si el Señot Jesus es misericlrdioso y tiene amor para todos los seres humanod