Religión, pregunta formulada por leor16, hace 7 meses

cuales fueron las característica de la acción misericordiosa de Jesús en heb 4,15-15,10​

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Contestado por juansebastianb74
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Introducción

Para definir las cualidades fundamentales del sacerdocio de

Cristo, la Carta a los Hebreos utiliza los dos adjetivos que, ya hemos

dicho, son muy ricos en contenido: «que tiene autoridad (digno de

fe)» y «misericordioso».

Cristo tenía que llegar a ser un sumo sacerdote misericordioso y

con autoridad (Heb 2,17). Estos dos calificativos ponen de

manifiesto dos características diversas y un tanto contrastantes del

sacerdocio. Un aspecto de humildad y otro de gloria; un aspecto de

solidaridad y un aspecto de autoridad divina.

Al final del capítulo 2, el Autor enumera en primer lugar el carácter

de misericordia y luego el de autoridad. A continuación, sin

embargo, desarrolla y explícita primero el aspecto de autoridad,

demostrando que Cristo tiene derecho a la fe y a la obediencia

(3,1-4,14); mientras que el otro aspecto, el de solidaridad llena de

compasión, viene reservado para una segunda sección, dentro de

la misma exposición (4,15-5,10).

Hemos considerado ya el aspecto de autoridad que le

corresponde a Cristo en cuanto sumo sacerdote digno de fe y

establecido sobre la casa de Dios. Nos corresponde ahora

desarrollar el otro aspecto fundamental, es decir, el de la solidaridad

con los hombres.

«... Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda

compadecerse de nuestras flaquezas. El las ha experimentado

todas, menos el pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al

trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia en

el momento oportuno» (Heb 4,15-16).

Antes de comentar este texto y los versículos sucesivos, nos será

útil decir algunas pocas cosas acerca de la unión de los dos

aspectos y mostrar el profundo contraste con el sacerdocio antiguo.

1. Necesaria unión de estos dos aspectos

Lo que constituye el sacerdocio propiamente no es ni sólo el

aspecto de autoridad ni sólo el aspecto de solidaridad humana, sino

más bien la íntima unión de ambos aspectos.

Un sacerdote acreditado junto a Dios, y por tanto, con autoridad,

pero al que le faltara la razón de solidaridad con los hombres, no

estaría en condiciones de venir en ayuda de su miseria. Su

situación gloriosa lo separaría de ellos; no les serviría.

Por el contrario, un sacerdote totalmente lleno de compasión por

sus hermanos, pero que no fuera agradable a Dios, no podría de

ninguna manera intervenir de una manera eficaz en favor de los

mismos; su compasión resultaría inútil.

Todo el valor del sacerdocio de Cristo—y en consecuencia del

sacerdocio cristiano— proviene de la perfecta unión en Cristo, de

estas dos cualidades fundamentales; Cristo es sacerdote al mismo

tiempo lleno de autoridad y de gran misericordia. Posee juntamente

la más alta autoridad imaginable y la compasión más

entrañablemente humana. Y lo que asegura la perfecta unión de

estos dos aspectos es el modo como Cristo ha alcanzado su

posición gloriosa, esto es, sin necesidad de separarse de los demás

hombres, más aún, forzando hasta el máximo su solidaridad con los

mismos.

Cristo ha llegado a su gloria actual por el camino de la compasión,

de los sufrimientos humanos y de la misma muerte humana. Su

gloria está muy lejos de parecerse a la gloria de la ambición

satisfecha, es más bien la gloria de un amor en extremo generoso.

Esta gloria lo coloca en el corazón de la misericordia y le alcanza los

medios de venir en ayuda de los hombres.

Este es el punto que el Autor está empeñado en hacer resaltar a

lo largo de la segunda sección del texto que estudiamos. Nuestro

Autor concibe la misericordia sacerdotal como un sentimiento

totalmente empapado de humanidad. Él se mueve con una

compasión que se prueba a través del amor a los semejantes; no el

sentimiento superficial de quien se conmueve fácilmente, sino el

sentimiento que empeña todo el ser en la miseria de los demás.

Si miramos el conjunto del contexto nos daremos cuenta de que el

Autor ha visto en todo ello una verdadera solidaridad que paga con

la propia persona (2,16) y proporciona auténtica ayuda. Quiere

hacernos comprender que para compadecerse de verdad es

necesario haber padecido en la propia persona, haber pasado por

las mismas pruebas y soportado los mismos sufrimientos. La

misericordia concebida desde esta luz asegura entre el sumo

sacerdote y los hombres una relación tierna, fuerte y de auténtica

fraternidad. Y este es uno de los motivos sobresalientes y

relevantes de la pasión de Jesús. Era necesario que Él compartiera

la cruz de los más probados entre nosotros para ligarse con todas

las fibras de su humanidad, remodelada en el sufrimiento y en el

amor.

En si el Señot Jesus es misericlrdioso y tiene amor para todos los seres humanod

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