¿cuáles eran las actividades económicas de la ciudad de Buenos Aires en el siglo XIX?
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La Biblioteca Básica de Historia, dirigida por Luis Alberto Romero, ha ido dando al público una muy valiosa serie de estudios de síntesis que buscan presentar de manera amable, y a la vez honesta, los valiosos avances recientes de la historiografía argentina. El que nos ocupa aquí tiene méritos particularmente destacables; por un lado, su autor ha tratado no sólo de transmitir los resultados de una amplia serie de complejos trabajos científicos, sino, además, de cubrir con dosis razonables de imaginación anchos espacios aún vacíos, o que por lo menos no cuentan todavía con una masa crítica de estudios de aliento y profundidad suficientes como para brindarnos las claves secretas de su devenir dentro del complejo mundo del que alguna vez formaron parte. La coherencia del relato resalta aún más por las mismas características del tema y del periodo. La historia económica del siglo XIX argentino muestra procesos de largo aliento que lo subtienden en su totalidad, hecho aprovechado por Roy Hora para proponer distintas lecturas de sus efectos sobre el resto de los factores a medida que avanzaba la centuria; efectos que no necesariamente fueron homogéneos, cosa que suele olvidarse, y que tampoco evitaron la aparición de claros procesos de ruptura, cuyos engarces con las líneas de continuidad el autor ha logrado asimismo transmitir con gran solvencia.
Luego de un discreto esquema de la economía del periodo colonial, el libro se introduce de lleno en la wonderful century, with all its successes and its failures, como la definió con escueta maestría Alfred Russell Wallace. El hecho fundamental de la misma aparece ya en las pp. 33-34, donde se muestra la fenomenal mejora en los términos del intercambio ligados a la apertura comercial, que habría de marcar hasta la crisis de 1914 un por momentos exitosísimo vuelco de la economía hacia el exterior. Esa apertura, como cualquier otra, mostró sus efectos muy pronto, y estos fueron desde un principio auspiciosos. Los precios de los bienes importados perdieron la mitad de su valor ya en el curso de la década revolucionaria que va desde 1810 a 1820; si bien los de las exportaciones tendieron en el largo plazo a estancarse o también a descender, todo indica que la reducción de los costos de flete e intermediación adjuntos a la caída definitiva del régimen colonial ampliaron notablemente sus posibilidades de realización exterior. Así, con un ingreso pleno en la economía atlántica, la revolución reveló a los azorados habitantes del Río de la Plata que había abierto las puertas del futuro, y que este sin duda funcionaba. Eso explicaría, entre otras cosas, el amplio apoyo popular del que gozó la revolución, al menos entre la plebe urbana: la cual vio incrementado su poder de compra al prodigarse las importaciones de bienes de consumo baratos, a la vez que, paradójicamente, crecía la demanda de trabajo porque también lo hacía en el medio rural un sector de empresas productivas ligadas a la exportación, muchas de ellas en manos de capitalistas de mediana o aún de escasa importancia. Con el aditamento de la presión reclutadora provocada por las guerras, el esquema reforzó la estructural escasez de mano de obra de la economía rioplatense, presionando así hacia el alza a los salarios, que en el periodo sin duda aumentaron en términos reales.
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