cual será el desafío de las nuevas generaciones, con la vida comunitaria
Respuestas a la pregunta
Respuesta Los casos difíciles de personas jóvenes inadaptadas al medio congregacional
A veces, como superiores y superioras mayores se encuentran con jóvenes que ingresaron, generosamente, en el Instituto, hicieron su aspirantado o postulantado, ingresaron en el proceso de formación inicial y se convierten en una permanente pesadilla o preocupación, porque “no se acaba de ver”. Habría momentos en los cuales se tomarían decisiones tajantes para obviar el problema; hay ocasiones en las que uno se decide por tener paciencia; hay ocasiones en las cuales el tener paciencia parece nocivo y perjudicial para el conjunto. Puede ocurrir que haya distintos puntos de vistas entre el superior provincial y los formadores/as o encargados de la formación inicial.
Y ¿por qué algunos casos pueden ser difíciles? La respuesta no es fácil sintetizarla, pero casi como esquema, ofrezco los siguientes:
– Hay jóvenes religiosos y religiosas que no acaban de decidirse: dicen que por Jesús sí, pero no por la Congregación, no por la institución: hablan de una forma un tanto despectiva del Instituto o de “los frailes”, de las “monjas”: no acaban de “identificarse”.
– Hay jóvenes religiosos y religiosas que arrastran problemas irresueltos y necesitan una comunidad “terapéutica” tanto en el sentido psicológico como moral.
– Hay jóvenes religiosos que no logran conectar con los formadores que la congregación les ha asignado. Mantienen con ellos una tensión permanente. Hay casos en los cuales la acción formativa la reciben de personas ajenas al Instituto. Esto hace que la formación inicial tenga un carácter de iniciación en la vida espiritual, pero no en la vida específica carismática del Instituto.
– Hay congregaciones que les favorecen a sus jóvenes maestros/as espirituales ajenos al Instituto, que los conducen hacia espiritualidades –sin duda, auténticamente cristianas-, pero que no logran hacer valorar “lo propio del Instituto”. Incluso, pueden dar la impresión de que el Instituto, o la Provincia, no cuenta con acompañantes espirituales adecuados, ni con medios adecuados, ni con un itinerario espiritual que ofrecer a los jóvenes formandos.
Las instituciones formativas como problema
Hay jóvenes que no encuentra en su propio instituto un sistema formativo “razonable”, bien pensado. Les da la impresión de que el sistema formativo está sometido a la improvisación, a la falta de seriedad.
Un sistema formativo es poco serio y razonable, cuando:
– Improvisa a los formadores y no cuida la preparación y formación de formadores;
– O cuando esa formación de formadores se realiza de forma “genérica”, basada en elementos comunes de la formación, pero se desentiende de lo específico carismático del Instituto. ¡No olvidemos que los formadores son los iniciadores, los mistagogos en el espíritu del propio instituto! Y si en lugar de iniciar en ese espíritu –que se expresa en la totalidad del Instituto- inician en otro espíritu, al final no favorecen la identificación carismática de los formandos, que es de lo que se trata.
– O cuando la formación carismática es superficial porque solamente se fija en elementos externos y tradicionales, pero no capta el núcleo generador del carisma; o cuando es meramente repetitiva y no hermenéutica, es decir, no sabe cómo re-interpretar el carisma en las nuevas circunstancias, ante la nueva conciencia que emerge –de modo que da la impresión- de que el carisma lleva más hacia el pasado y la memoria, que hacia el futuro y la profecía; o cuando la formación carismática es fría, no emocional, no experiencial: en ese caso el centro formativo se encuentra aislado, con referencia casi única a la comunidad formativa.
– O cuando la formación carismática es un tohu babohu de estudios –mañana y tarde- o de experiencias no acompañadas, o de actividades… Lo propio del proceso formativo consiste en aprender a “aprender”. Más importante que lo que se enseña es el “aprendizaje”. No se necesitan en los procesos formativos enseñantes, sino maestros en el arte de aprender.
– Cuando el sistema educativo no funciona, quienes pasan por él sienten consciente o inconscientemente sus disfunciones y sus malos efectos. Es, entonces, cuando se pierden los días, las semanas y los meses. A veces se quiere arreglar en un mes de ejercicios espirituales o en unas semanas de espiritualidad –antes de la profesión definitiva- lo que no ha funcionado durante años.