Cuál fue la actitud del rey Alfonso XIII ante el golpe de estado de primo rivera?
Respuestas a la pregunta
El día 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera (en la imagen junto a Alfonso XIII), mandó ocupar los servicios telefónicos de Barcelona y leyó un comunicado ante los periodistas dando un golpe de estado incruento. A los dos días el rey, de vacaciones en San Sebastián, regresó a Madrid. Ante la pretensión del gobierno de destituir a los sublevados, Alfonso XIII dilató su respuesta. Al final, decidió mandar formar gobierno a Primo de Rivera, convertido ya en dictador militar único, una figura nueva equivalente a presidente de gobierno y ministro universal. Para gobernar formó un Directorio Militar compuesto por generales.
Entre la historiografía existe un debate sobre la supuesta complicidad del monarca en el golpe. No hay pruebas de una implicación directa del rey, pero es evidente su pasividad inicial y el nulo apoyo que prestó al gobierno legítimo. Se trataría de la culminación de su tendencia favorable hacia la participación de los militares en la política.
El golpe triunfó porque contó con apoyos fundamentales. El rey consideraba que la crisis política y social amenazaba la existencia de la propia institución monárquica. El ejército era partidario del restablecimiento del orden público
La Dictadura se convirtió en la salida autoritaria ante la quiebra del sistema político de la Restauración. Las causas de dicha crisis tienen que ver con la incapacidad del sistema político liberal de renovarse desde dentro, como quedó probado con los fracasos de los distintos proyectos de regeneración desde arriba, tanto desde la perspectiva conservadora, como de la liberal, así como de los gobiernos de concentración nacional. Otro factor que incidió en dicha crisis se refiere a la fuerte inestabilidad social, acentuada desde 1917. Por fin, la guerra de Marruecos se convirtió en otra causa clave, llegando al clímax con el Desastre de Annual.
El golpe triunfó porque contó con apoyos fundamentales. El rey consideraba que la crisis política y social amenazaba la existencia de la propia institución monárquica. El ejército era partidario del restablecimiento del orden público. Y, por fin, el empresariado, con evidente protagonismo del catalán, veía con mucha preocupación la fuerza del anarquismo, especialmente en Barcelona. Pero, no cabe duda, que, además, el golpe triunfó ante la pasividad del movimiento obrero, indiferente hacia la caída de un sistema político considerado caduco y perjudicial. La única oposición activa fue la de los comunistas en Bilbao.
Aunque es evidente la coincidencia en el tiempo con el triunfo del fascismo italiano, la Dictadura que se implantó en España no se pareció mucho a dicho movimiento político. Primo de Rivera no era una figura con el carisma de Mussolini, carecía de una ideología más o menos articulada y no encabezó ningún partido o movimiento, aunque luego sí creó un partido propio.
La Dictadura suspendió la Constitución de 1876, aunque no la derogó. En principio, parecía que se pretendía implantar una solución transitoria y autoritaria ante el evidente desmoronamiento del sistema político.
Los objetivos del régimen se pueden ilustrar con la frase: “menos política y más administración”. La actuación gubernamental no fue planteada desde un programa político bien definido ni previo, sino más bien como el resultado de la improvisación. En todo caso, la Dictadura pervivió seis años y gracias a una serie de éxitos iniciales: mantenimiento del orden público, aunque a través de una evidente represión, y la resolución de la guerra de Marruecos. Tampoco debe olvidarse que la Dictadura se desenvolvió en un contexto económico internacional de expansión económica. España se benefició del auge general.