cual fue el proceso del poder comercial de la burguesia
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En el comercio medieval estuvo el origen de la burguesía como clase social. La actividad comercial definió los perfiles de un nuevo grupo llamado a ejercer un indiscutible protagonismo en la activación de la economía europea y en su evolución hacia formas capitalistas. Las principales ciudades portuarias y mercantiles del Continente constituyeron el ámbito natural de desarrollo de esta burguesía negociante. Entre ellas cabe contar a Génova, Venecia y Florencia en Italia; Burgos, Medina del Campo y Sevilla en la Corona de Castilla; Barcelona y Valencia en la de Aragón; Nantes, Lyon, París y Rouen en Francia; Amberes, Lieja, Amsterdam y La Haya en los Países Bajos. En el siglo XVI la comunidad mercantil se hallaba muy internacionalizada. El gran comercio ponía en estrecha relación mercados distantes, lo que originó la constitución de numerosas y activas colonias extranjeras en las principales ciudades mercantiles europeas, fenómeno en el que los italianos fueron pioneros. La burguesía mercantil formaba un grupo experto en el manejo de las complicadas técnicas comerciales y que controlaba las redes del tráfico internacional de mercancías. Sin embargo, sus inversiones no se limitaron al ámbito comercial. A veces mostró interés por la producción industrial, ideando incluso formas originales y rentables de romper con el rígido monopolio gremial de la manufactura en el ámbito urbano. En este caso, el desarrollo de la industria se hallaba íntimamente unido a las estrategias comerciales. Sin embargo, la inversión industrial burguesa se mantuvo por el momento en límites moderados, no resultando casi nunca suficiente para activar un proceso de industrialización a gran escala. Un sector menos productivo desde el punto de vista del desarrollo económico general fue el préstamo de dinero a interés, en la doble vertiente de créditos concedidos a particulares y al Estado. Otro, la adquisición de tierras, a menudo considerada como un medio de inmovilizar el capital mercantil y de asegurar el ascenso social imitando a la nobleza terrateniente. Tanto una como otra actividad tendían a convertir a la burguesía mercantil en clase rentista. El atractivo de estas inversiones consistía en proporcionar una buena rentabilidad sin los riesgos que implicaban los negocios mercantiles. La burguesía urbana adinerada se convirtió en prestamista para el resto de las clases sociales. La alta nobleza no siempre supo conjugar bien los dispendios ocasionados por su elevado tono de vida con una buena administración de su hacienda. Ello la condujo con relativa frecuencia a la necesidad de pedir préstamos a la burguesía. Los campesinos -particularmente los pequeños propietarios- se veían también constreñidos a endeudarse a fin de poder realizar las inversiones necesarias para hacer producir sus tierras. En el caso de que las cosechas fueran buenas podían hacer frente a la exigencia de devolver las cantidades tomadas a préstamo y de pagar sus correspondientes intereses. Pero si tenían la desgracia de que sobrevinieran malos años se veían obligados a deshacerse de sus propiedades, y por tanto de su medio de vida, malvendiéndolas para hacer frente a las deudas o cediéndolas a los prestamistas burgueses si habían sido señaladas como garantía del préstamo.