¿Cuál es tu opinión frente a las características de los seres vivos "La Autorrealización", dado que todo ser vivo busca desarrollarse encaminado hacia un fin, busca una realización a lo largo del tiempo?
Respuestas a la pregunta
Cuando hablamos del valor felicidad no es posible ignorar el contexto histórico, ni las condiciones sociales que se diferencian de un país a otro y, mucho menos, las tradiciones identitarias, ya que ante todo hay que analizar su condicionamiento cultural y social, incluyendo los problemas de la subjetividad humana. ¿No se plantea que cada uno debe o puede construir su mundo? En ese mundo es posible encontrar la felicidad, sin caer en el hedonismo. La riqueza espiritual hace feliz, aunque materialmente tengamos necesidades; un misionero es feliz realizando su tarea vital; y toda persona que encuentra sentido a la vida, a las cosas, en los otros, es feliz. No obstante, en las actuales condiciones donde el mundo se torna cada vez más unipolar, la globalización cultural neoliberal impone grandes desafíos a la identidad de los pueblos y, por tanto, estos elementos se presuponen en su propia comprensión, pudiendo responder acertadadamente a la pregunta anterior solamente si se determina cuál es el deber propio del hombre, ya que cada quien es feliz cumpliendo bien su misión.
Por otra parte, cada arte, cada búsqueda, así como cada acción y cada selección, están hechas con vistas a un fin que nos parece bueno y deseable: el fin y el bien coinciden. Las finalidades de las actitudes humanas son múltiples y algunas de ellas son deseadas solamente en vista de finalidades superiores; por ejemplo, deseamos la riqueza, la buena salud para la satisfacción y los placeres que nos pueden proporcionar, pero debe existir un fin supremo, que es deseado por sí mismo, y no solamente como condición o medio para una finalidad ulterior. Si las otras finalidades son bienes, esta es el bien supremo, del cual dependen todos los otros. Y Aristóteles no duda que este fin sea la felicidad. “La búsqueda y la determinación de este fin es el objeto primero y fundamental de la ciencia política, porque solamente por él se puede determinar lo que deben aprender o hacer los hombres en su vida asociada y personal”.[1]
Para Aristóteles, las virtudes intelectuales y morales son sólo medios destinados a la consecución de la felicidad, que es el resultado de la plena realización del potencial humano. Consideraba la felicidad como la meta de la vida. En su principal obra sobre esta materia: “Ética a Nicómaco” (finales del siglo IV a. C.), la definió como una actividad que concuerda con la naturaleza específica de la humanidad; el placer acompaña a esta actividad pero no es su fin primordial. La felicidad resulta del único atributo humano de la razón, y funciona en armonía con las facultades humanas. Él mantenía que las virtudes son en esencia un conjunto de buenos hábitos y que para alcanzar la felicidad una persona ha de desarrollar dos tipos de hábitos: los de la actividad mental, como el del conocimiento, que conduce a la más alta actividad humana, la contemplación; y aquellos de la emoción práctica y la emoción, como el valor. Las virtudes morales son hábitos de acción que se ajustan al término medio, el principio de moderación, y han de ser flexibles debido a las diferencias entre la gente y a otros factores condicionantes.
Otro autor, el británico Jeremy Bentham, en su “Introducción a los principios de la moral y la legislación” (1789), explicó el principio de utilidad como el medio para contribuir al aumento de la felicidad de la comunidad. Creía que todas las acciones humanas están motivadas por un deseo de obtener placer y evitar el sufrimiento. Al ser el utilitarismo un hedonismo universal, y no un hedonismo egoísta como podría interpretarse el epicureísmo, su bien más elevado consiste en alcanzar la mayor felicidad para el mayor número de personas.