¿Cuál es la relación entre política y violencia?
Respuestas a la pregunta
Respuesta: esa es mi respuesta
Explicación:
Por violencia se entiende la intervención física de un individuo o grupo contra otro
individuo o grupo. La violencia conlleva una intervención física y una intención:
destruir, dañar, coartar. Hay violencia cuando se actúa directamente pero también
haciendo uso de medios indirectos, destinados a alterar el ambiente físico en que la
víctima se encuentra por medio de la destrucción, el daño o la sustracción de recursos
materiales. En este sentido descriptivo, la violencia puede considerarse sinónimo de
fuerza. Hasta aquí el Diccionario de Política ( N. Bobbio N. y N. Mateucci, Siglo XXI
Editores, tomo II, pp. 1671-80).
Al mismo tiempo, es claro que el vocablo aparece siempre ligado al poder, cuyo
ejercicio y constitución no pueden desvincularse de una interpretación sobre el uso o la
disposición de la fuerza. Sin embargo, es indispensable asumir a la vez que entre uno y
otro término hay no sólo diferencias descriptivas sino conceptuales. Y, desde luego,
diferencias en cuanto a sus implicaciones sobre la configuración y el desempeño de los
sistemas sociales.
Con la perspectiva que nos abre la interpretación política de la violencia y su sentido,
podemos ahora adelantar una proposición inicial sobre el tema que nos ocupa: la
violencia, diríamos, no es ni ha sido nunca un elemento exclusivo de la economía para
asegurar la producción y distribución de los medios necesarios para la subsistencia y
expansión de las sociedades humanas. Tampoco podría decirse, hoy, que la violencia
sea o haya sido fundamento principal, mucho menos exclusivo, del poder o el desarrollo
económicos. No obstante, al igual que ocurre con la noción de poder político, es
imposible hablar o pensar en la economía y su desarrollo, desde las fases más atrasadas
de su organización hasta las más modernas y, en otro sentido, las más históricamente
ambiciosas como fue el experimento comunista de este siglo, sin encontrar
vinculaciones del más diverso signo entre economía y violencia.
En la actualidad, un tiempo de grandes fracturas y mutaciones culturales y sociales que
produce sin cesar el cambio globalizador del mundo, suele hablarse de una "violencia
estructural" que se acentúa y generaliza con los cambios en la estructura económica que
apuntan hacia la implantación de un mercado mundial unificado. De aquí suele también
pasarse, a veces con demasiada premura, a postular la raigambre violenta del sistema
económico finisecular que promueve la ideología neoliberal, cuando no del capitalismo
como tal. Mundialización, neoliberalismo y violencia estructural, formarían así un
triángulo de hierro y dolor parecido al que se conformó en el amanecer del capitalismo
y hasta la irrupción de la Revolución Industrial. Un cambio de época que tiene lugar,
como en el pasado, mediante una violencia brutal, implacable y destructiva.
Perpleja, la sociedad de este fin de siglo atestigua en efecto una violencia social que
afecta directa e inmediatamente a millones, no sólo en las áreas atrasadas y convulsas de
siempre, sino en el corazón mismo de Europa. En los grandes espacios africanos y
asiáticos, así como en nuestro propio continente, aparecen fenómenos de violencia
cuyas implicaciones sobre la economía son no sólo aparentes sino de tal complejidad,
que llevan a pensar a muchos que la subsistencia y la reproducción material de esas
sociedades dependen o tienen como base el uso y el usufructo de la fuerza, la aplicación
de la violencia con fines y por motivos económicos.
Así, sin mediaciones o distinciones analíticas o genéticas, se habla de una economía de
la violencia, de una economía violenta o bien de una economía que irremisiblemente
gesta espacios de violencia, los necesite o no, para su vigencia o reproducción. En la
óptica de la así llamada "resistencia global a la g