cual es la relacion el narcisismo con el romanticismo doy corona
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Quisiera comentar cuatro breves puntos que me parecen de interés alrededor del pensamiento de Byung-Chul Han y nuestra experiencia con la tecnología, que sirvieron como ejes para algunas cuestiones tratadas en Byung-Chul Han y lo político.
El primer punto tiene que ver con internet. Internet no empieza y termina en las redes sociales. Es decir: las redes sociales no son el principio y el final de internet. Creer que internet es nada más que redes sociales, por lo tanto, es un problema de percepción de las fronteras de nuestra realidad técnica. Insisto: internet es más que las aplicaciones de extracción de datos en nuestros teléfonos. En esta confusión, sin embargo, se esconde una pregunta (importante) acerca de cuál es nuestra verdadera experiencia técnica. Byung-Chul Han define su campo de batalla para pensar la técnica a partir de las redes sociales, por supuesto. Pero las redes sociales, insisto otra vez, no son el principio y el final de internet. Las redes sociales están abandonadas a su propia utilidad, a sus propios principios y a sus propias agendas económicas y políticas. Y si uno, como usuario, se entrega sin mayores consideraciones a las redes, también se entrega a su utilidad, a sus principios y a sus agendas económicas y políticas. En tal caso, a veces no es tan evidente que lo que es útil para las redes a veces es inútil para nosotros. Y a veces tampoco es evidente que lo que es beneficioso para las redes puede ser perjudicial para nosotros. Termino con dos preguntas. La primera: ¿en serio nuestras relaciones con el mundo son tan calculadas como nos fuerzan a que lo sean las redes cuando las limitamos a su alcance? La segunda: ¿en serio vamos a considerar como interlocutores válidos sobre cuestiones públicas a quienes sostienen su voz únicamente desde la sumisión irrestricta al flow de Silicon Valley? Insisto: en las redes sociales funciona lo que Han llama “afecto”, pero en el resto de internet no.
El segundo punto tiene que ver con la crítica romántica. ¿Qué es un romántico? Alguien que sabe dónde no quiere estar. Y saber dónde uno no quiere estar, a veces, es mejor que querer estar en cualquier lado sin saber por qué. Ahora bien, si volvemos al asunto de nuestra relación con la técnica, el equívoco respecto a cuál sería ese lugar verdadero en el que deberíamos estar para alcanzar una existencia más real es tan antiguo como la historia misma de la técnica, sobre todo si pensamos que esta empieza con el primer hombre que usó piedras y palos para lograr lo que, hasta entonces, requería de sus manos. Es importante considerar que entre la tradición del humanismo y la historia de la técnica, la crítica romántica no viene a resolver nada. Bajo su sombra, de hecho, el equívoco se vuelve más profundo. Se me ocurre un ejemplo que muestra a qué me refiero con esto de “equívoco”. A comienzos del siglo XVIII, en Londres, Daniel Defoe ya decía que se vivía “una nueva era de estupidez” porque las personas salían a pasear y comprar de noche, a la luz de los primeros faroles públicos a gas que, por supuesto, también habían “desencantado” al mundo. Este tipo de denuncias no hizo que los shoppings desaparecieran de la Tierra, por supuesto, pero sí ayudó a que uno sepa en qué se pueden convertir su alma y su cuerpo si los entrega por completo a la lógica del shopping. Pues bien, este es el elemento de negatividad romántica que Byung-Chul Han representa como pensador ante la técnica. Al parecer, creemos que entre nosotros y la tecnología tiene que existir una distancia imprecisa pero valiosísima que deberíamos respetar. Pero, ¿y si esa distancia no existiera? ¿Y si esa distancia fuera nada más que un largo equívoco del pensamiento humanístico? Esto es algo que Byung-Chul Han, desde su equívoco, ayuda a pensar.