Historia, pregunta formulada por kimsweet, hace 1 año

¿cual es la necesidad que tienen los pueblos de conocer sus creencias y tradiciones?

Respuestas a la pregunta

Contestado por manpregunta90
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Todos los pueblos tienen creencias. Todos los pueblos han tenido religión, aunque no puede descartarse que habrá pueblos sin religión. Luego de la excepcional lucidez de Epicuro en particular y del racionalismo griego en general, habrá que esperar el Siglo de las Luces, para ver aparecer a los primeros individuos naturalistas, escépticos o francamente irreligiosos. Es también desde entonces cuando se empieza a definir claramente el fenómeno religioso, oponiendo lo sagrado y la vida religiosa a lo profano y la vida secular de una cultura cada vez más secularizada, acompañada de importantes “progresos científico-tecnológicos y jurídico-políticos”. A partir de esta definición se ha estudiado con mayor distancia, en búsqueda de la objetividad, la temática religiosa que, en la coherente visión eliadeana, incluye el laicismo moderno heredero del Iluminismo (Cfr. Schaeffer, en Eliade, 1999: 561). Así, la distinción-oposición teórica de sagrado/profano no habría existido fuera de Occidente ni antes del Iluminismo (Cfr. A. Di Nola, “Sagrado/profano”, en Romano, 1987): por lo mismo, no habría podido ser una categoría etic de los pueblos antes del siglo XVIII. No basta pretender la objetividad, sobre éste o cualquier otro asunto, para lograrla; aunque si no se busca, tampoco puede alcanzarse. La pretensión de objetividad lleva a la intersubjetividad como procedimiento indispensable: la confrontación de las proposiciones individuales sobre la realidad entre los sujetos –especialistas, en el caso de las disciplinas humanísticas y científicas– que las formulan permite caminar hacia la objetividad. Apenas si cabe recordar, por evidente, que ni la pretensión de objetividad ni los logros del conocimiento científico agotan el conocimiento ni mucho menos las esferas vivenciadas de la realidad, religiosa o cualquier otra. En este contexto escribo. Como todo escrito que pretende la verdad y por tanto hablar a la inteligencia –y menos o casi nada al sentimiento–, este texto argumenta y busca, en segunda instancia, el intercambio de razones con el lector-escritor porque, como dice Savater (1996), formulamos opiniones no para que sean respetadas, sino para que sean discutidas, con la tensión por y la intención de objetividad, precisemos. 
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