¿cuál es la ideología política menos coherente y por qué?
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Con razón se escucha cada vez con mayor frecuencia la decisión de mucha gente de participar activamente en las próximas elecciones pero para votar en blanco. Y si este voto-rechazo llegara a mantenerse en los niveles actuales o aún superarlos, sería el principio del cambio de fondo que la política colombiana requiere. Obviamente cae una gran responsabilidad en los cascarones de partidos políticos que tenemos. No se salvan ni los viejos, tradicionales, ni los nuevos. El espectáculo del Partido Verde es deplorable y ya nadie sabe realmente lo que representa, si la izquierda, la derecha, el centro o nada. Duele ver la situación de buenos parlamentarios que aún quedan, en medio de esta especie de feria de todo menos de ideas.
Pero sin duda mucha culpa de esta situación la tienen los mismos políticos. Y no se trata solo de hablar de los de siempre: su clientelismo, su corrupción, su nepotismo. Lo peor es que ‘los buenos’, que no cometen estos graves pecados contra la democracia colombiana, sufren de una falla imperdonable: su carencia absoluta de coherencia en la política. Claro que los partidos políticos en el país no se distinguen por lo que debería ser su esencia: su ideario, sus principios, que es lo que permitiría resolver, de una manera pacífica, las diferencias ideológicas propias de toda sociedad. Pero de todas formas algo los caracteriza. Por ello una de las profundas muestras de esta incoherencia es que entre más paseos hace una persona por los distintos partidos, más importante se le considera. Y muchos y muchas encuentran en esta increíble movilidad ideológica, su carrera de ascenso. Por favor, que nos expliquen estos personajes cómo se puede ser primero liberal, después conservador, de izquierda y regresarse a algo tan amorfo como la Unidad Nacional.
Sin duda hay más. Si los partidos se consideran como una lacra, con justa razón, ¿cómo se puede seguir perteneciendo a ellos? La respuesta es siempre la misma: “es que los vamos a transformar desde adentro”. Ingenuidad o peor aún simple y sencillo oportunismo, otra de las graves características de nuestros políticos. Cuando se mira el escenario de la actual campaña tanto para el Congreso de la República como para la Presidencia, es evidente que prima lo malo: estas agrupaciones de ciudadanos son en realidad un conjunto de empresas electorales cuyo objetivo primordial es poner ciertas personas en niveles altos de poder político, que interactúa muy bien con el poder económico, y así se reparten con demasiada frecuencia no solo los recursos sino las oportunidades.
Claro que hay excepciones y si no fuera por ello hoy la sociedad colombiana no estaría expresando más que nunca su profundo inconformismo por la forma como se maneja este país. Pero es hora de exigirles coherencia primero a los individuos que se mueven en la política y por consiguiente a esos partidos en donde brilla el que tenga más agallas, más dinero, más relaciones y más generosidad para repartir recursos. Cuando se sacuda este escenario donde las ideas no importan, donde se aplica esa peligrosa pero exitosa capacidad de muchos de ser avivatos, el país será otro. No será la política el único camino de movilidad social que exista.
Por primera vez, se siente que estas palabras no van a caer en el vacío porque se están escuchando con frecuencia inusitada entre diversos sectores que antes habían permanecido callados por miedo, o por indiferencia ante la imposibilidad de generar algún cambio.
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