¿Cuál es la contemplación de la cercanía de Dios en nuestra vida?
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Respuesta:
Para entrar en el misterio de Dios no basta la inteligencia, sino que se necesitan la contemplación, la cercanía y la abundancia, dijo el Papa Francisco en Santa Marta, al reflexionar los textos de la Sagrada Escritura que propone hoy la liturgia.
Contemplar el misterio sobre nuestra salvación, sobre nuestra redención, solo se entiende de rodillas. No solo con la inteligencia. Cuando la inteligencia quiere explicar un misterio siempre, ¡siempre se vuelve loca! Así sucedió en la historia de la Iglesia. La contemplación: inteligencia, corazón, rodillas, oración… todo junto, entrar en el misterio. Esta es la primera palabra que quizás nos ayuda.
La segunda palabra que nos ayudará a entrar en el misterio es «cercanía». Un hombre que se hizo el pecado, reflexión, un hombre nos ha salvado». ¡Es el Dios cercano! Y, prosiguió “cuando eligió a nuestro padre Abraham, caminó con su pueblo”. Esto se ve en Jesús que también hace un trabajo de artesano, de obrero.
El Papa dijo que la imagen que le viene a la mente es la de enfermero, enfermera, en un hospital: cura las heridas una a una, pero con sus manos. Dios se implica, entra en nuestras miserias, se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es el trabajo de Jesús, personal. Un hombre hizo el pecado, un hombre viene a curarlo. Cercanía, Dios no nos salva solo por un decreto, una ley, nos salva con ternura, nos salva con caricias, nos salva con su vida, por nosotros».
La tercer palabra es abundancia. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Cada uno de nosotros, observó, conoce sus miserias, las conoce bien ¡y abundan!. Pero, evidenció, el desafío de Dios es vencer esto, curar las llagas, como hizo Jesús. Es más nos hace el regalo sobreabundante de su amor, de su gracia. Y así, advirtió el Papa Francisco, se entiende esa preferencia de Jesús por los pecadores.
«En el corazón de esta gente abundaba el pecado. Pero Él iba hacia ellos con la sobreabundancia de la gracia y del amor. La gracia de Dios siempre vence porque es Él mismo el que se da, se acerca, nos acaricia, nos cura. Y por esto, quizás a algunos de nosotros no nos gusta decir esto, pero los más cercanos al corazón de Jesús son los más pecadores, porque Él va a buscarlos, los llama a todos: ‘¡Venid, venid!’. Y cuando le piden explicaciones dice: ‘Los que tiene buena salud no necesitan al médica; yo he venido para curar, para salvar!’.
«Algunos santos dicen que uno de los peores pecados es desconfiar de Dios». Pero, se pregunta el Papa, ¿Cómo podemos desconfiar de un Dios tan cercano, tan bueno, que prefiere nuestro corazón pecador? Este misterio, afirmó de nuevo, no es fácil entenderlo, no se entiende bien, con la inteligencia
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