CUAL ES LA ACTUACION QUE HA TENIDO EL ESTADO EN LA DECADA DE LOS 80
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La década del 80 fue el decenio del fin del velasquismo; significó el retorno conservador de Fernando Belaúnde a la presidencia en 1980; pero no regresó el viejo orden, el Estado no se desprendió de las empresas públicas ni la tierra fue devuelta a los antiguos latifundistas. Fue sorpresa la supervivencia del aprismo a la desaparición del fundador, la aceptación de la democracia por una izquierda legal que la asume en tanto que una nueva forma de militancia. Sorpresa el “fenómeno” Alan García, el “fenómeno” Vargas Llosa, el “fenómeno” Fujimori. Qué sorpresa, qué fenómeno; el Imperio había decidido que había llegado la hora para cambiar a los viejos partidos como aliados tradicionales en el control de los países coloniales, semicoloniales o neocoloniales. Estos partidos habían demostrado ineficiencia, en el manejo de la cosa pública, ineficiencia en la política de aplicación de métodos económicos que aperturen, amplíen o vinculen de mejor manera el mercado nacional a los productos de exportación, necesario para la reactivación del aparato productivo del imperio.
Las burocracias gubernamentales durante todo el período del Estado de Bienestar habían sido incapaces de ser eficiente en el manejo del Estado, se había incrementado la burocracia hasta el tremendismo en el aparato estatal, las políticas proteccionistas constituían impedimentos reales para la ampliación de las nuevas políticas neoliberales. Había que terminar con el estatismo que ahogaba las iniciativas del sector privado que alentaba una economía de mercado. La partidocracia tenía necesariamente que ser cambiada, el proceso no podía ser brutal, se tenía que contar con aliados incondicionales. Belaúnde lo fue.
En Wáshington había ingresado a la Casa Blanca un nuevo inquilino, se inauguraba una nueva doctrina en todos los frentes: el neoliberalismo, los Chicago boys, entraban a escena de manera abierta y predicaban su doctrina sin empacho en el ámbito global. Ya venían aplicando sus recetas macroeconómicas en Asia con los tigres asiáticos, bajo fuertes dictaduras o gobiernos fuertes, como los prefería llamar el buque insignia del Fondo Monetario Internacional, en el ámbito de las finanzas internacionales. Este modelo se aplicaba desde el golpe militar en 1973 en Chile donde para erradicar una corriente ideológica, según hoy sabemos, el presidente Nixon dijo a sus ayudantes que había que hacer gritar a la economía chilena, en abierta alusión de que el gobierno de Salvador Allende tenía que caer. La historia hoy es por todos conocida.
La ineficiencia en la política tenía que ser reemplazada por nuevas dirigencias que no tuvieran vinculaciones nefastas con el pasado oligárquico. Había llegado la hora de liquidar a los viejos partidos y la partidocracia, el caudillismo en América Latina, Perú no fue la excepción. Era la hora de los tecnócratas, de la eficacia y eficiencia en la gobernabilidad. Este modelo lo vamos a ver mejor durante el gobierno cívico-militar de los 90-2000. En esta década (80), la recesión de la economía mundial y el fin del crecimiento produjeron el incremento de la deuda externa, la irrupción de Sendero, el acoso de la violencia, la descomposición del tejido social, la pobreza masiva, la nueva delincuencia y la narcoeconomía. La guerra interna que dejaría miles de víctimas.283 En pocos años el Perú se vuelve el país de todos los peligros. El retorno de las instituciones democráticas coincidió con una degradación impresionante del nivel de vida acortando las expectativas no sólo de los sectores populares, sino de las capas medias y profesionales tan laboriosamente constituidas en los decenios precedentes del crecimiento moderado.
Una respuesta popular de los sectores desplazados de los resortes oficiales de la economía, en tanto no constituía sujetos de crédito para la sociedad oficial o la economía formal, produjo en los desocupados una expansión de lo que se ha dado en denominar la economía informal,284 inesperado balón de oxígeno; reemplazó el espacio de la economía asalariada que se redujo aterra-doramente, y los que tenían empleo seguro, los formales, pasaron de un 35% de la PEA en 1981 a un 10% en 1992. Es un tiempo de paradojas, de crisis y democracia, de debilidad del Estado y de iniciativa popular para lograr sobrevivir.
Los ochenta es el período de la inflación galopante, tanto o más que los años treinta, un tiempo excepcional, uno de esos momentos de ruptura y continuidad en la historia de los peruanos. Además en este período se acumuló y condensó un conjunto de crisis que pusieron en cuestión la viabilidad del Perú como nación.285
Las burocracias gubernamentales durante todo el período del Estado de Bienestar habían sido incapaces de ser eficiente en el manejo del Estado, se había incrementado la burocracia hasta el tremendismo en el aparato estatal, las políticas proteccionistas constituían impedimentos reales para la ampliación de las nuevas políticas neoliberales. Había que terminar con el estatismo que ahogaba las iniciativas del sector privado que alentaba una economía de mercado. La partidocracia tenía necesariamente que ser cambiada, el proceso no podía ser brutal, se tenía que contar con aliados incondicionales. Belaúnde lo fue.
En Wáshington había ingresado a la Casa Blanca un nuevo inquilino, se inauguraba una nueva doctrina en todos los frentes: el neoliberalismo, los Chicago boys, entraban a escena de manera abierta y predicaban su doctrina sin empacho en el ámbito global. Ya venían aplicando sus recetas macroeconómicas en Asia con los tigres asiáticos, bajo fuertes dictaduras o gobiernos fuertes, como los prefería llamar el buque insignia del Fondo Monetario Internacional, en el ámbito de las finanzas internacionales. Este modelo se aplicaba desde el golpe militar en 1973 en Chile donde para erradicar una corriente ideológica, según hoy sabemos, el presidente Nixon dijo a sus ayudantes que había que hacer gritar a la economía chilena, en abierta alusión de que el gobierno de Salvador Allende tenía que caer. La historia hoy es por todos conocida.
La ineficiencia en la política tenía que ser reemplazada por nuevas dirigencias que no tuvieran vinculaciones nefastas con el pasado oligárquico. Había llegado la hora de liquidar a los viejos partidos y la partidocracia, el caudillismo en América Latina, Perú no fue la excepción. Era la hora de los tecnócratas, de la eficacia y eficiencia en la gobernabilidad. Este modelo lo vamos a ver mejor durante el gobierno cívico-militar de los 90-2000. En esta década (80), la recesión de la economía mundial y el fin del crecimiento produjeron el incremento de la deuda externa, la irrupción de Sendero, el acoso de la violencia, la descomposición del tejido social, la pobreza masiva, la nueva delincuencia y la narcoeconomía. La guerra interna que dejaría miles de víctimas.283 En pocos años el Perú se vuelve el país de todos los peligros. El retorno de las instituciones democráticas coincidió con una degradación impresionante del nivel de vida acortando las expectativas no sólo de los sectores populares, sino de las capas medias y profesionales tan laboriosamente constituidas en los decenios precedentes del crecimiento moderado.
Una respuesta popular de los sectores desplazados de los resortes oficiales de la economía, en tanto no constituía sujetos de crédito para la sociedad oficial o la economía formal, produjo en los desocupados una expansión de lo que se ha dado en denominar la economía informal,284 inesperado balón de oxígeno; reemplazó el espacio de la economía asalariada que se redujo aterra-doramente, y los que tenían empleo seguro, los formales, pasaron de un 35% de la PEA en 1981 a un 10% en 1992. Es un tiempo de paradojas, de crisis y democracia, de debilidad del Estado y de iniciativa popular para lograr sobrevivir.
Los ochenta es el período de la inflación galopante, tanto o más que los años treinta, un tiempo excepcional, uno de esos momentos de ruptura y continuidad en la historia de los peruanos. Además en este período se acumuló y condensó un conjunto de crisis que pusieron en cuestión la viabilidad del Perú como nación.285
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