Cuál es en consecuencia el resultado de los mecanismos y el compromiso de la comunidad internacional?
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Respuesta:
Explicación:
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) provocó una inmensa onda de temporalidad pura, es decir, de tendencia a sumergirse en el tiempo por el tiempo. Igual ocurrió con la Segunda Guerra Mundial y lo mismo ha ocurrido con algunas revoluciones anteriores.
El hombre que vive para el tiempo tiene una característica invariable: repudia y combate el pasado por sistema, y acepta el presente diciéndose moderno y empeñándose en serlo. No sólo tiene el gusto por el tiempo actual, sino que pretende imponer un nuevo estilo colectivo de vivir y de ser.
Creando un verdadero abismo entre el pasado y el presente, el hombre moderno no sólo piensa en el tiempo, sino que todo lo ve en función del tiempo, del «antes» y del «después». Su mentalidad temporal le lleva a una invariable problemática tripartita del tema sujeto a estudio: 1) los orígenes; 2) el estado actual, y 3) las posibilidades futuras. Colocado en el devenir, en el flujo constante del ser y no ser, el hombre temporal se aferra a un presente que parece monopolizar la vida, instaurando el dogma de la superioridad del «ahora» sobre el «antes».
Con la misma inconsciencia con que se coloca en pleno temporalismo, el hombre moderno se coloca en pleno naturalismo. La naturaleza es única, distinta e indivisible como su propio «yo». Lo que sobre-pasa a la naturaleza, lo sobrenatural, repugna a su mente. El sentimiento religioso es, a lo más, «un simple fenómeno natural, que representa la —135→ parte del corazón frente al misterio provisorio o al sufrimiento perenne».
Y sintiéndose de «paso» por todo, y confundiendo el todo con la transitoriedad, es natural que se atribuya a los medios el valor del fin. Lo importante está en el modo de hacer las cosas, en el método. Si se preocupa por la «técnica» es por su creencia de que un buen método llegará seguramente a un buen fin. Interesa más, al hombre que vive para el tiempo, el esfuerzo para llegar a la verdad, que la verdad misma. Esta dislocación de lo absoluto hacia lo relativo le lleva a la afirmación absoluta del «punto de vista»: no existen seres ni valores absolutos, sólo existe la categoría de lo absoluto al servicio de mi relatividad. «El hombre -como solía decir Protágoras- es la medida de todas las cosas, de las que existen, por la manera como son; de las que no existen, por la manera como no son». Esta sola frase ha dado pauta a un cúmulo de interpretaciones que van desde el subjetivismo hasta el relativismo.