• ¿Cuál es el tema central del relato? justificar a partir de detalles del mismo
Las buenas inversiones (Julio Cortázar)
Gómez es un hombre modesto y borroso que sólo le pide a la vida un pedacito
bajo el sol, el diario con noticias exaltantes y un choclo hervido con poca sal
pero, eso sí, con bastante manteca. A nadie le puede extrañar entonces que
apenas haya reunido la edad y el dinero suficientes este sujeto se traslade al
campo, busque una región de colinas agradables y pueblecitos inocentes y se
compre un metro cuadrado de tierra para estar lo que se dice en su casa.
Esto del metro cuadrado puede parecer raro y lo sería en condiciones
ordinarias, es decir sin Gómez y sin Literio. Como a Gómez no le interesa más
que un pedacito de tierra donde instalar su reposera verde y sentarse a leer el
diario y a hervir su choclo con ayuda de un calentador Primus, sería difícil que
alguien le vendiera un metro cuadrado, porque, en realidad, nadie tiene un
metro cuadrado sino muchísisimos metros cuadrados, y vender un metro
cuadrado en mitad o al extremo de los otros metros cuadrados plantea
problemas de catastro, de convivencia, de impuestos y además, es ridículo y
no se hace, qué tanto. Y cuando Gómez, llevando la reposera con el Primus y
los choclos empieza a desanimarse después de haber recorrido gran parte de
los valles y las colinas, se descubre que Literio tiene entre dos terrenos justo un
rincón que mide un metro cuadrado y que por hallarse entre dos solares
comprados en épocas diferentes posee una especie de personalidad propia,
aunque en apariencia no sea más que un montón de pasto con un cardo
apuntando hacia el norte. El notario y Literio se mueren de risa durante la firma
de la escritura, pero dos días después, Gómez ya está instalado en su terreno
en el que pasa todo el día leyendo y comiendo hasta que al atardecer regresa
al hotel del pueblo donde tiene alquilada una buena habitación, porque Gómez
será loco pero nada tonto, y eso hasta Literio y el notario están prontos a
reconocerlo.
Con lo cual el verano en los valles va pasando agradablemente aunque de
cuando en cuando hay turistas que han oído hablar del asunto y se asoman
para mirar a Gómez leyendo en su reposera. Una noche un turista venezolano
se anima a preguntarle a Gómez por que ha comprado solamente un metro
cuadrado de tierra y para qué puede servir esa tierra, aparte de colocar la
reposera, en tanto el turista venezolano como los otros estupefactos
contertulios, escuchan esta respuesta: Usted parece ignorar que la propiedad de un terreno se extiende desde de la superficie hasta el centro de la tierra:
¡Calcule entonces!.- Nadie calcula, pero todos tienen la visión de un pozo
cuadrado que baja, baja y baja hasta no se sabe dónde y de alguna manera
eso parece más importante que cuando se tienen trece hectáreas y se tiene
que imaginar un agujero de semejante superficie que baje, baje y baje.
Por eso, cuando los ingenieros llegan tres semanas después, todo el mundo
se da cuenta que el venezolano no se ha tragado la píldora y ha sospechado el
secreto de Gómez, o sea, que en esta zona debe haber petróleo. Literio es el
primero en permitir que le arruinen sus campos de alfalfa y girasol con
insensatas perforaciones que llenan la atmósfera de malsanos humos, los
demás propietarios perforan noche y día en todas partes y hasta se da el caso
de una pobre señora que, entre grandes lágrimas, tiene que correr la cama de
tres generaciones de honestos labriegos, porque los ingenieros han localizado
una zona neurálgica en el mismo medio del dormitorio. Gómez observa de lejos
las operaciones, sin preocuparse mayor cosa aunque el ruido de las máquinas
lo distrae de las noticias del diario. Por supuesto, nadie le ha dicho algo sobre
su terreno y él no es hombre curioso y sólo contesta cuando le hablan, por eso
responde que no cuando el emisario del consorcio petrolero venezolano se
confiesa vencido y va a verlo para que le venda el metro cuadrado, el emisario
tiene órdenes de comprar a cualquier precio y empieza a mencionar cifras que
suben a razón de cinco mil dólares por minuto, con lo cual al cabo de tres
horas, Gómez pliega la reposera, guarda el Primus y el choclo en la valijita y
firma un papel que lo convierte en el hombre más rico del país, siempre y
cuando se encuentre petróleo en su terreno, cosa que ocurre justamente una
semana más tarde, en forma de un chorro que deja empapada a la familia de
Literio y a todas las gallinas de la zona.
Gómez, que está muy sorprendido se vuelve a la ciudad donde comenzó su
existencia y se compra un departamento en el piso más alto de un rascacielos,
pues ahí hay una terraza a pleno sol para leer el diario y hervir el choclo sin
que vengan a distraerlo venezolanos sabiesos ni gallinas tejidas de negro con
la indignación que siempre manifiestan estos animales cuando se les rocía con
petróleo.
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