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Respuestas a la pregunta
El delincuente, el vaso de leche y otros cuentos, una antología de nueve cuentos escritos por Manuel Rojas, publicado por la editorial Zig-Zag en el año 1929. Su cuento El Delincuente es el que da inicio a esta antología, trata de un par de hombres que sufren un cambio de conciencia al encontrarse con un ladrón y un borracho, una historia que deja un mensaje sobre las apariencias. Les traigo el inicio del mismo:
El Delincuente
YO VIVO en un conventillo. Es un conventillo que no tiene de extraordinario más que un gran árbol que hay en el fondo de su patio, un árbol corpulento. de tupido y apretado ramaje, en el que se albergan todos los chincoles, diucas y gorriones del barrio; este árbol es para los pájaros una especie de conventillo; es un conventillo dentro de otro. Ignoro si la vida que se desarrolla en ese conventillo de ramas y hojas tiene algún parecido con la que se vive en el mío. Bien pudiera ser. He leído a veces que algunos sabios han encontrado analogías entre la vida de ciertas aves y animales y la de los seres humanos. Si los sabios lo dicen, debe ser verdad. Yo. como soy peluquero, no entiendo de esas cosas.
Bien; a este conventillo, es decir, al mío, se entra por una puerta estrecha y baja, que tiene, como el conventillo, sólo una cosa extraordinaria: es muy chica para un conventillo tan grande. Se abre a un pasadizo largo y obscuro, pasado el cual aparece el gran patio de tierra en cuyo fondo está el árbol de que le he hablado. Al pie del tronco de este árbol, en la noche, las piadosas viejecitas del conventillo encienden velas en recuerdo de un inquilino que asesinaron ahí un día dieciocho de septiembre. Con palos y latas han hecho una especie de nicho y dentro de él colocan las velas. De ahí se surten de luz los habitantes más pobres del conventillo.
Enfrente de este patio, y a la derecha del pasadizo.
Hay otro patio, empedrado con pequeñas piedras redondas de huevo, como se las llama. En el centro hay una llave de agua y una pileta que sirve de lavadero. Alrededor de este último patio están las piezas de los inquilinos, unas cuarenta metidas en un corredor formado por una veredita de mosaicos rotos y el entablado del corredor del segundo piso donde están las otras cuarenta piezas del conventillo. A este segundo piso se sube por una escalera de madera con pasamanos de alambre, en los cuales especialmente los días sábados los borrachos quedan colgando como piezas de ropa puestas a secar.
Como usted ve mi conventillo es una pequeña ciudad, una ciudad de gente pobre entre la cual hay personas de toda índole, oficio y condición, desde mendigos y ladrones hasta policías y obreros. Hay. además, hombres que no trabajan en nada; no son mendigos ni ladrones, ni guardianes, ni trabajadores. ¿De qué viven? ¡ Quién sabe! Del aire, tal vez.
No salen a la calle, no trabajan no se cambian nunca de casa; en fin, no hacen nada; por no hacer nada ni siquiera se mueren. Vegetan, pegados a la vida agria del conventillo, como el luche y el cochayuyo a las rocas.
espero que te ayude