cual es el panorama social y económico en el mundo a inicios del siglo xx
Respuestas a la pregunta
La economía del siglo XX (y la de cualquier época) no puede entenderse sin entroncarla
en su contexto sociopolítico, como tampoco es posible interpretar la evolución social sin
los condicionantes del sistema económico.
Más en particular por lo que se refiere a los derechos fundamentales: la economía afecta
y viene afectada por la protección a emigrantes, discapacitados, menores o minorías
étnicas; por la bioética, la seguridad jurídica, el derecho de sindicación o de huelga; por
la protección de datos, del medio ambiente, la libertad ideológica y religiosa o la
solidaridad internacional.
Hace ya casi dos décadas iniciaba un libro mío de divulgación económica (PULIDO, A,
Economía para entender. Ed. Pirámide, 1995, p.17) con unas frases que siguen siendo
de plena actualidad y responden a esta línea de pensamiento integradora.
“Los economistas estamos de moda. Nuestros temas son de interés general y afectan
profundamente a la vida de todos nosotros. No se puede hablar de política sin incluir
una referencia económica. Ni de cultura, salud o actividad sindical. La economía es
cosa de todos.
Precisamente por ello, los economistas debemos ser especialmente humildes y
responsables. Humildes, porque demostramos permanentemente, con nuestros errores y
opiniones encontradas, lo poco que se sabe realmente de este complejo mundo.
Humildes, porque cada crisis económica pone en evidencia nuestra labor. Humildes,
porque nuestra propia defensa («la economía la hacen los políticos y directivos de
empresas, no los economistas») es la mejor prueba de que compartimos terreno de
juego con toda la sociedad”.
Sin embargo, esta visión integradora no es generalmente aceptada. Para muchos
(economistas, políticos, creadores de opinión o simplemente personas interesadas en el
mundo económico y empresarial), la economía debe limitarse a analizar su campo
directo de actuación, sin entrar en terrenos extraños que la pueden “contaminar” a la
hora de analizar problemas o proponer soluciones técnicas. Su objetivo debe limitarse a
cómo administrar eficientemente recursos escasos susceptibles de usos alternativos.
Vista sólo así, la economía se convierte en un conjunto de conocimientos que explican
por qué no se puede gastar en esto o aquello; o cómo alcanzar determinados niveles de
vida es pura utopía. Posiblemente por ello, hace ahora 150 años que un escritor inglés
interesado por estos temas (Thomas Carlyle) calificó a la economía de «ciencia
funesta», de triste campo del saber humano.
Porque muy triste es el tener que explicar a un país por qué no hay dinero suficiente
para cubrir todas las necesidades sociales; o negociar subidas salariales cicateras en una
empresa; o limitar los gastos de nuestra propia familia. Pero todo eso lo debe hacer una
administración correcta, ya que para eso vivimos en un mundo de escasez.
Para luchar contra esta concepción reduccionista de la economía, de una forma
pedagógica, se me ocurrió, hace ahora diez años crear un mundo virtual, Econolandia,
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con diversidad de razas, creencias y culturas, pero en que el bienestar material es el
objetivo prioritario, aunque haya profundas diferencias en cómo conseguirlo, en cuáles
son sus límites e incluso en su supeditación a otros objetivos mas amplios de calidad de
vida o solidaridad entre personas o entre países.
En un extremo están los defensores de una visión estrictamente tecnocrática. Un
econolandés «puro» ve sólo un mundo deforme y monocromo donde cualquier acto
humano tiene una traducción inmediata en términos exclusivos de bienestar material.
Una huelga equivale a tantos millones de euros perdidos; un incendio es una reducción
del capital de un país; hasta un accidente de carretera o un atentado terrorista como el de
las Torres Gemelas de Nueva York, tienen su exclusiva traslación a través de los costes
que suponen para una sociedad.