¿cuál es el futuro de la bioética?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La bioética nació como una disciplina orientada hacia el futuro. La primera vez que aparece la palabra bioética en el título de un libro -Bioethics: Bridge to the Future- lo hace junto a la palabra futuro. Además, la idea de ‘puente’ sugiere aquí la de ‘construcción’. Así se expresa Van Rensselaer Potter en el mencionado libro: “Si hay dos culturas que parecen incapaces de hablar la una con la otra -la ciencia con las humanidades- y si ello es parte de la razón por la que el futuro parece dudoso, entonces posiblemente nosotros podríamos construir un puente hacia el futuro” (Potter, 1971, p. 145)[1]. De algún modo está implícita la idea de que el futuro no está ya presente, sino que hay que construirlo.
Este planteamiento conecta inmediatamente con una cierta concepción antropológica, cuya expresión hallamos en los textos del filósofo español Julián Marías. “La ilusión -nos dice el discípulo de Ortega- radica en esa dimensión de la vida humana que he explorado a fondo en la antropología metafísica: su condición futuriza, es decir, el hecho de que, siendo real y por tanto presente, actual, está proyectada hacia el futuro, intrínsecamente referida a él en la forma de la anticipación y la proyección. Esto, claro es, introduce una ‘irrealidad’ en la realidad humana, como parte integrante de ella, y hace que la imaginación sea el ámbito dentro del cual la vida humana es posible. Si el hombre fuese solamente un ser perceptivo, atenido a realidades presentes, no podría tener más que una vida reactiva, en modo alguno proyectiva […] Pero el futuro no es real; no es, sino que será; y habría que agregar: acaso” (Marías, 1984, p. 38).
Pero la orientación constructiva o proyectiva de la bioética, arraigada en la propia naturaleza futuriza del ser humano, puede verse frustrada. Sucede cada vez que la bioética opta por metáforas visuales en lugar de manuales; cuando se obsesiona por convertirse en un método de elección entre opciones presentes a la vista, en lugar de preocuparse de crear, de construir nuevos puentes y caminos.
Quizá nos preguntemos qué pueden tener que ver las imágenes del tiempo con las ideas bioéticas. Pero lo cierto es que dichas imágenes condicionan drásticamente la bioética. La imagen más socorrida del tiempo es aquella que lo asimila a una dimensión espacial. Pensamos, así, el tiempo como una línea que recorremos. En esta imagen, la posición del sujeto sobre la línea marca el momento presente, el futuro está al frente y a la vista, mientras que el pasado queda a nuestra espalda -“la negra espalda del tiempo”, escribió Shakespeare[2]-. Miramos hacia el futuro y lo vemos allá al frente. Psicológicamente la imagen es tan elemental como potente. Nadie quiere quedarse parado o retroceder cuando ha emprendido camino hacia una meta. La visión del futuro se nos impone, pues, como misión. Debemos avanzar hacia ese futuro que vemos, que algunos con especial claridad y seguridad parecen tener a la vista. Es decir, será bueno todo aquello que tienda hacia ese futuro que vemos, y malo lo que nos paralice o haga retroceder. Quien controle la imagen del futuro controlará también lo que se entiende por bueno y malo. Quien sea capaz de afirmar con mayor convicción hacia dónde vamos, será también quien nos diga hacia dónde debemos ir. Esta es la clásica posición progresista, propia de muchas filosofías modernas.
Explicación: