¿Cual es el fin de los acciones humanar y como debe entenderse?
Respuestas a la pregunta
Las acciones humanas
El objeto material de la Ética son las acciones humanas. Tal como lo hemos visto en las primeras clases, la Ética estudia este objeto material desde la perspectiva de su corrección moral. Por ello se dice que la el objeto formal de la Ética es la corrección moral de las acciones humanas. Pero ¿qué es una acción? ¿Cómo se conforma? Una parte de esto lo hemos visto a través de la explicación de la racionalidad práctica y los procesos de este tipo de racionalidad. Ahora vamos a hablar de unas cuantas operaciones que forman parte de los procesos que decantan en acciones.
Actos u operaciones propias del ser de actos de la voluntad de este tipo. Tienen una enorme importancia porque son actos propios del espíritu humano, realizados de modo inmediato por la voluntad capaz de adherirse no sólo a cosas concretas, sino de conformarse con valores de gran trascendencia moral. Con ellos, la persona puede amar la justicia, odiar a una persona, aceptar una norma, rechazar el amor. Son actos, además, que aún cuando se dan en el tiempo, no han requerido de un proceso temporal para constituirse. Podríamos decir que son inmediatos, o inmanentes porque subyacen en la profundidad de la constitución de la persona. Por otro lado, los actos que son llevados a cabo por otra facultad son llamados actos voluntarios imperados, requieren de un proceso temporal, y suelen decantar en acciones concretas como imaginar algo, planear un trabajo, proyectar una construcción, conducir el coche, etc.
Leonardo Polo indica que “el conocimiento intelectual (…) es un modo de poseer, un modo de tener suficientemente distinto de la [tenencia corpórea] pues [ésta] es la adscripción de cosas externas; mientras que la manera de poseer de las acciones u operaciones intelectuales es justamente inmanente, una obtención de ideas. Conocer es el acto de obtener: así lo ve Aristóteles. Es un tener mucho más intenso que el tener corpóreo que simplemente es una adscripción. Y por encima de estos dos modos de tener, está un tercer modo que perfecciona los principios operativos espirituales del hombre, la inteligencia y la voluntad. Y ese tercer modo de tener es el que Aristóteles llama hábito. La tenencia habitual es justamente la tenencia según virtudes (o según vicios)”[1].
Desarrollemos un poco esta idea. El conocimiento intelectual es una operación que se encarga de captar y poseer los aspectos de la realidad que nos circunda. Conocer es, como dice Polo, un acto de obtener. Pero no se trata de cualquier tipo de acto, u operación. El conocimiento es diferente a la tenencia física de cosas externas. En el conocimiento se da una característica especial por ser una operación del alma humana que trasciende el tiempo. Lo mismo se puede decir para el acto de querer, o la operación de amar. Profundizando en las características mencionadas de la operación, se puede comprender que la simultaneidad entre el acto y el fin permite expresar que el conocimiento y el querer son, juntos, el principio de cualquier actividad humana. La identidad del acto con el fin que se da en las operaciones de conocer y querer, conlleva la simultaneidad a-temporal no sólo del acto y del fin, sino también de ambas operaciones. Es decir que querer y conocer se identifican tanto que casi constituyen en centro propio de la persona, esto es, su corazón. La simultaneidad del acto y el fin, y de las dos operaciones, se suele expresar con la partícula ya entre el presente y el perfecto de los verbos que expresan actividades perfectas. Por ejemplo: se ve y ya se ha visto, se conoce y ya se ha conocido algo, se ama y ya se ha amado a alguien. El fin se alcanza en el acto mismo; el presente es ya perfecto. Así, el movimiento perfecto alcanza el fin ya en su ejercicio. Esto implica que la operación inmanente excluye una configuración procesual y, en definitiva, excluye el tiempo[2]. Conocemos y queremos todo el tiempo, y esa actividad no se interrumpe ni cuando estamos inconscientes. Cuando dormimos y nos levantamos a la mañana siguiente seguimos conociendo y queriendo lo mismo que en el día anterior. Nuestros conocimientos profundos y nuestros amores más radicales no cambian de la noche a la mañana.
Las características que hemos atribuido a las operaciones de conocer y querer se corresponden con los llamados actos inmanentes. Esto quiere decir que cuando se dan en el alma humana ya han alcanzado su finalidad. ¿Cuál es la finalidad última del acto de conocer? Es el mismo conocimiento. ¿Cuál es la finalidad de querer o amar? El amor en sí mismo. Por ejemplo, aunque saber matemáticas es un conocimiento útil para llevar a cabo otras cosas, el conocimiento de “algo” hace .
Lo práctica no
Explicación:
espero y te sirva