¿Cuál de los dos procesos independentistas (Haití y Venezuela) se parece más a lo ocurrido en la Revolución de Mayo?
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La independencia de Haití reviste una serie de peculiaridades cuando se la compara con los procesos de independencia que, a partir de 1810, se desatan dentro del imperio americano de la Corona española. Entre sus especificidades, la más original concierne sin duda a la edificación por los insurgentes, en el seno mismo de la colonia francesa, de un auténtico Estado –aún no nacional, por cierto– totalmente autónomo de la metrópoli. Y es precisamente por haber emprendido la destrucción de dicho Estado que la Francia napoleónica pierde su colonia más rica, dando paso al nacimiento de Haití.
La Guerra del Sur se encuentra en el corazón de la cuestión política en Saint-Domingue. Involucra en efecto la problemática de las relaciones entre insurgentes y libertos, un tema que remite tanto a la realidad de castas imperante antes de la revolución como al posicionamiento de cada grupo con respecto a la metrópoli. De hecho los libertos no ponen en jaque al orden colonial y esclavista per se, sus contradicciones con Francia no parecen irreductibles, como es el caso para los insurgentes. Por ello mismo, Francia se apoya crecientemente en ellos frente al crecimiento del poder de Toussaint. Este último, aunque formalmente nombrado general en jefe, controla en realidad sólo el Norte y el Oeste hasta 1799. El Sur permanece de hecho bajo el poder de un general liberto, André Rigaud, jerárquica-mente bajo los órdenes de Toussaint pero en la realidad detentor de una autoridad plena. Así, cuando sale de la Colonia, Hédouville, agente del Directorio francés, quiebra la jerarquía militar al liberar a Rigaud de les de 1795. Pero también es cierto que la nueva metrópoli nunca había materializado su poderío o su autoridad, sino simbólicamente. Las autoridades presentes en la isla no tenían ni instrucciones ni medios para un control efectivo de la ex colonia española. En cambio, para el proyecto louverturiano la toma del Este condiciona no sólo la unidad territorial geográfica sino que es imperativa para unificar los regímenes de ambas partes de la isla. La cuestión del mantenimiento de la esclavitud en la parte oriental está por supuesto en el centro del problema a resolver. El Este no sólo mantiene el sistema esclavista sobre un territorio colocado formalmente bajo la autoridad de un Estado entonces abolicionista, sino que esta situación favorece múltiples tráficos y la subsistencia de la trata; pero la seguridad del Estado también entra en línea de cuenta, sin contar la necesaria unificación económica y administrativa. Al tomar el control de la isla entera, Toussaint despliega mediante una serie de medidas su proyecto de consolidar la plantación, al tiempo que reorganiza la administración territorial. Ambas decisiones chocan de modo frontal con el sistema, los hábitos y los intereses de los súbditos españoles establecidos en la parte oriental. La campaña misma dura muy poco tiempo y en menos de un mes el Este cae bajo el poder de Toussaint Louverture. Para febrero de 1801, los últimos vestigios de poder francés en la isla se han desvanecido.
De hecho, si bien es cierto que la Constitución de 1801 es el acontecimiento puntual que va a desencadenar la ira de la metrópoli imperial, el proyecto de restauración de Napoleón Bonaparte es en el fondo una respuesta de la clase de terratenientes plantadores al pecado mayor de la insurgencia, el de haber suprimido una fuente principal de acumulación capitalista para Francia, toda vez que el Exclusivo ha sido roto de facto. Aprovechando la situación de hecho, ligada tanto a los disturbios internos a la Colonia como a los acontecimientos en la metrópoli, así como la intensidad de las pugnas intercoloniales, Toussaint despliega una diplomacia activa, aunque informal y a veces secreta, dirigida esencialmente hacia Inglaterra y los Estados Unidos. Sin duda los intereses y beneficios son mutuos. En 1798, al término de la ocupación inglesa, son firmados los acuerdos Toussaint-Maitland7 con cláusulas secretas relativas al comercio privilegiado entre los dos países. Al año siguiente se negocian las convenciones entre el norteamericano Edward Stevens, nombrado cónsul general en la Colonia francesa, y las autoridades de Saint-Domingue, para presivo. Dilema, que inevitablemente te-servar el comercio en este último. El nía que enfrentar el general en jefe so cabotaje, privilegio de la metrópoli, pena de asfixia económica por falta es autorizado para los barcos estadude intercambio comercial. La nece-nidenses. De modo más general, hay sidad de transgredir la razón misma múltiples evidencias del desarrollo de ser de los lazos coloniales se im-de relaciones privilegiadas entre los Estados Unidos y Saint-Domingue a través de la cercanía entre Toussaint y Stevens, convertido en consejero del general en jefe. Pero más allá de esas buenas relaciones, los intereses de Saint-Domingue prevalecerán siempre y están incluso en el origen del reemplazo de Stevens en 18018.