¿Cuál consideras que son las razones para que no se tenga un justo y adecuado reporte histórico de la participación de tantas y valientes mujeres en los procesos de independencia en el continente americano? *
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Sócrates: el hombre más justo, más bueno y más sabio.
Era un hombrecillo de aspecto cómico: la cabeza calva, en cúpula, como un ábside; la cara muy pequeña en comparación; la nariz redonda y respingada y las barbas undosas que, por algún extraño efecto no parecían pertenecer a semejante rostro. Su fealdad era objeto de frecuentes bromas entre sus amigos, y él mismo cooperaba en el regocijo general. Fue pobre y algo haragán. Su profesión era la de cantero, pero no trabajaba más de lo estrictamente necesario para sustentar a su mujer y a sus tres hijos. Su afición favorita consistía en charlar con la gente. Y dado que su esposa era una mujer siempre descontenta, con una lengua peor que el látigo de un carretero, el mayor placer del mundo para este hombre consistía en verse lejos del hogar.
“Sócrates no ignoraba la virtud del valor.” Él nos enseñó que la buena conducta está siempre sometida a la razón, que todas las virtudes, en el fondo, consisten en la primacía de la inteligencia sobre la emoción. Solía decir: “Antes de que comencemos a discutir, decidamos cuál es el tema exacto de la discusión.”
Prision de Sócrates
“Una de las cosas en que yo creo es el imperio de la ley“, dijo a los discípulos que acudieron a la cárcel para recomendarle que huyera. “El buen ciudadano, como os he predicado tantas veces, es el que obedece las leyes de la ciudad. Las leyes de Atenas me han condenado a muerte, de lo que se deduce lógicamente que, como buen ciudadano, debo morir”. La conclusión de Sócrates se les hacía muy cuesta arriba a los anhelosos amigos del sentenciado. ¿No es llevar la lógica demasiado lejos?, se decían. Pero Sócrates se mantuvo firme en su idea.
ANÉCDOTA
Solo una pequeña leyenda brota sobre la ignorada tumba de Sócrates. Se cuenta que un muchacho espartano llegó a Atenas lleno de devoción hacia Sócrates. Cuando se hallaba ya a las puertas de la ciudad, supo que Sócrates había muerto; preguntó entonces por su tumba, y cuando se la señalaron, después de hablar con la estela y lamentarse, esperó la noche y durmió sobre ella. Antes de que amaneciera del todo, besó el polvo de la tumba y se volvió a su patria. Pálida leyenda, pero bastante religiosa si se piensa que tuvo fuerzas para surgir sobre el sepulcro de quien con arcaico pesimismo y pleno uso de razón dijo después de ser condenado a muerte: «Vosotros salís de aquí a vivir; yo, a morir; Dios sabe cuál de las dos cosas es mejor.»
Explicación: