Castellano, pregunta formulada por vale130761, hace 8 meses

cuadro sinóptico sobre el ultimo sueño del viejo roble ​

Respuestas a la pregunta

Contestado por naominicoledavila
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Respuesta:

En medio de una colina reinaba desde hacía muchos años un roble, un roble tan anciano que ya había cumplido cuatro siglos. El árbol era tan robusto y alto, que servía de punto de guía para los marineros y numerosas aves aprovechaban sus ramas para criar allí a sus polluelos. Era un lugar de reposo y de paso de palomas y hasta de búhos. Y el árbol, que vivía despierto durante casi todo el año, solo dormía durante el invierno, época que aprovechaba para tener los más dulces sueños.

Al árbol le llamaba mucho la atención la felicidad de las pequeñas efímeras, esas líbelulas del agua que solo viven un día. Y él, sin embargo, llevaba mientras que él llevaba más de 400 años viviendo.

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– Qué pena me das- le dijo un día a una de las efímeras- Tienes una vida tan corta…

– ¿Corta? No, no lo es…

– Sí. Solo vives un día. Yo llevo cientos y cientos de días viendo pasar a efímeras como tú…

– No te entiendo- contestó la efímera- Yo también vivo cientos de momentos felices durante este día. Y después, seguiré viviendo, ¿no es así?

– En otra vida, de incalculable longitud…

– Entonces, somos iguales. Yo vivo aquí un día con miles de momentos felices y luego seguiré viviendo…

– Sí, eso sí- respondió el roble.

La efímera danzaba alegre de flor en flor. Durante todo el día siguió bailando entre las hojas de los árboles y al caer la noche, se dejó posar en una flor y poco a poco, quedó dormida. Era su último sueño. Cada año volvía a hablar de esto con una nueva efímera y siempre obtenía la misma respuesta.

– Pobres efímeras- seguía pensando él- ¡Qué vida más corta!

La llegada de la Navidad

La primavera pasó. También el verano y en el otoño, las hojas del roble comenzaron a colorear y las aves a aprovechar sus ramas para hacer un descanso en su migración hacia zonas más cálidas. Y llegó el invierno, y con él la Navidad. Fue justo entonces cuando el roble poco a poco cayó en un dulce sueño. Y fue en ese momento cuando tuvo este extraordinario sueño:

El viejo roble sintió la alegría de la Navidad. Escuchaba el sonido de las campanas, el ir y venir de las personas, el sonido de la nieve cayendo sobre sus ramas… pero poco a poco le pareció que le abrigaba una extraña sensación de calor. Para él, de hecho, era como si fuera primavera. Podía oír de nuevo el piar de los pájaros, el susurrar de las flores y hasta el aleteo de las efímeras.

Y de pronto comenzó a sentir que entraba en el verano, porque el calor subía por su tronco y entonces comenzó a notar que se estiraba, que crecía más y más. Y con cada centímetro que se elevaba, se sentía más feliz. No podía explicar qué sucedía, pero se sentía tan bien… De pronto su copa sobrepasó las nubes y tuvo de frente a las estrellas. El panorama desde allí era hermoso, pero le faltaba algo. Necesitaba compartir aquella dicha con el resto.

Llamó a los pájaros, a la hierba, a las mariposas y hasta a las pequeñas margaritas.

– ¡Aquí estamos!- escuchó el roble de lejos…

Y él las llamó para que pudieran sentir esa misma felicidad que él sentía. Las pequeñas flores ascendieron y sus ramas se llenaron de hermosas aves.

– ¡Ahora sí!- se dijo el roble- ¡Ahora sí soy feliz!

Entonces sonaron las campanas que anunciaban la Navidad, y el roble sintió que las raíces se desprendían de la tierra y podía ser libre y ascender mucho más hacia el cielo…

Al día siguiente, los marineros fueron los primeros en encontrar al viejo roble tendido en la orilla y lleno de nieve.

– ¡Con razón no lo encontrábamos!- dijo uno de ellos- ¡La tempestad de anoche ha podido con él!

Y sin saber por qué, los marineros en lugar de sentirse tristes, comenzaron a cantar un bello villancico. ¡Había hecho tanto por todos ellos el viejo roble! Y había muerto justo en Nochebuena. Qué menos que dedicarle e más hermoso de los villancicos.


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