cuadro comparativo entre el tema caballeresco y el tema religioso en la narrativa medieval.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Estas circunstancias se producen en Castilla en la segunda mitad del siglo XIII. Ya en el Título XXI de la Partida II, en su ley XX.ª, se recomienda que los caballeros aprendan los hechos de armas «por vista e por prueva», algo que sólo es posible en tiempo de guerra, o bien «por oída e por entendimiento» si se hallan en período de paz; ese «aprender de oídas» es el que requiere que se lean en voz alta, mientras los caballeros comen, «las estorias de los grandes fechos de armas que los otros fezieran», y se añade que si no hubiera libros -o «escripturas»- fueran los «cavalleros buenos e ancianos» los que recuerden esas hazañas, e incluso que se aproveche la presencia de los juglares para interpretar ante esa concurrencia cantares de gesta, en los que se evoquen «fechos de armas». El pasaje es importante porque testimonia que, en torno a la década de 1270, se está produciendo la transformación de la materia épica -aún plenamente viva- en materia caballeresca, gracias al concurso de las crónicas y de los mismos libros de leyes, porque no en vano este primer tratado de caballerías en lengua vernácula que es el Título XXI contiene las reglas y los principios esenciales por los que un caballero se debe regir y se compromete a cumplir unas obligaciones que, en última instancia, implican una defensa de su estamento, de su condición social, frente a las pretensiones de los monarcas -en especial de Alfonso X- por reducir sus privilegios y adueñarse de la fuerza militar que representaba ese grupo social, modificando de raíz sus «costumbres». En realidad, la literatura caballeresca nace para explorar este conflicto derivado de la tensión entre un poder regalista y otro aristocrático; el rey necesita de los buenos caballeros para mantener su corte, declarar la guerra a los infieles y defenderse de las agresiones exteriores; pero los nobles -los que conforman el estamento de la caballería- requieren también la afirmación de un espacio político y moral propio, representativo de su linaje; por ello, don Juan Manuel continúa la labor de su tío Alfonso X y compone un Libro de la cavallería -hoy perdido- y un Libro del cavallero et del escudero en el que se fija, como condición imprescindible antes de servir a un rey, la asimilación de una serie de principios estamentales, desplegados después en el Libro de los estados y enumerados por don Juan para educar a su hijo en el Libro enfenido.
Explicación:
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