cuadro comparativo de
relacion del tema con la cuaresma y pandemia Covid 19.
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Las iglesias, sinagogas y mezquitas permanecen cerradas por primera vez, incluso en relevantes fechas religiosas. Pero esto puede ser también una oportunidad para los creyentes, dice Christoph Strack.
La definición más corta de religión es interrupción. Una gran palabra. El teólogo católico Johann Baptist Metz (1928-2019) la retomó hace décadas del filósofo Sören Kierkegaard (1813-1855). Metz, el padre de la nueva teología política, combinó la promesa, para los que sufren el dolor del mundo, y la advertencia, sobre una religión que era demasiado burguesa con su forma de vida.
Y ahora el mundo está experimentando la interrupción sin fronteras y en todas las capas sociales, porque el coronavirus no conoce límites. La COVID-19 es una pandemia, una amenaza global. El mundo está paralizado, tiene miedo. Esto es un hecho inusual, porque si cientos de miles mueren de hambre en África, si un volcán erupciona en Islandia o si un tsunami azota a Asia, causando sufrimiento y muerte, la mayor parte del mundo puede seguir estos acontecimientos desde la distancia. Pero eso se acabó, porque el coronavirus nos afecta a todos.
El coronavirus también se ha convertido en una cuestión religiosa, espiritual. Dolor, pena, duda, ira. Como creyente hay que soportar que algo así sea posible incluso como parte de la creación de Dios. Hay quien ve en el coronavirus un castigo de Dios, pero es solo una imagen confusa de Dios.