CRÓNICA DE LA RESISTENCIA, CAPÍTULO N*2 todos los verbos ayuda porfaaaaaaaa es de lengua
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Se levantó esa mañana con desgano. No iba al colegio, se
iba de viaje con su familia. Pero a él le divertían más las clases. Por lo menos ahí podía ver a sus amigos porque en las
vacaciones familiares se aburría.
Manuel Sáenz tenía 12 años y pertenecía a una familia
histórica. En el sentido estricto de la palabra. Federico, su
papá, era historiador. Luisa, su mamá, era historiadora del
arte y curadora. Y Emma, su hermana mayor, era estudiante de arqueología. Su casa era un mundo de adultos y él no
lo era.
No es que sus padres y su hermana no se ocuparan de
él. Lo llevaban al colegio, lo acompañaban en las actividades
extras, como fútbol o arte, asistía a todos los cumpleaños
de sus amigos y su uniforme escolar estaba siempre limpio
y planchado en el ropero, como un soldado disciplinado, listo para cumplir su misión. Pero él se sentía bastante solo.
Los momentos en los que se reunía la familia, como en
los desayunos, las cenas y los almuerzos los fines de semana, las conversaciones eran de adultos. Las noticias, lo que
pasaba en el país, atentado en un algún lugar lejano, protestas o nuevos descubrimientos. También se hablaba de los
últimos libros publicados por los escritores favoritos o del
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trabajo diario de cada integrante. Pero Manuel no hablaba.
Cada vez que comentaba algo sobre su día en el colegio parecía no importar. Claro, entre tantas otras cosas importantes, a quién podía importarle si había metido un gol en un
partido, si tenía una juntada el sábado o si ya había logrado ahorrar la plata para comprarse ese juego de PlayStation
que quería.
Por eso, de tanto comer en silencio, se hizo fama de tímido y callado.
Pero él no era ninguna de las dos cosas.
El avión salía de Aeroparque a las siete de la mañana y
aterrizaba en San Salvador de Jujuy unas dos horas más
tarde. En un principio iban a ir en auto, pero por suerte su
papá desistió y compró los pasajes de avión.
Después de los trámites obligatorios para volar: presentar documentos, pasajes y despachar valijas, se sentaron
frente a unos ventanales desde donde podían ver despegar
los aviones. Pero Manuel miraba su teléfono celular con los
auriculares puestos, escondido en su buzo azul preferido.
De pronto le llegó un mensaje de Nicolás, su mejor amigo.
Nico
Buen viaje, flaco. Lástima que no vas a estar en la
fiesta de Caro.
Sí, como si fuera poco, se perdía la fiesta de cumpleaños de Carolina, que era su compañera de curso, pero, principalmente, era la chica que le gustaba. Por lo menos ahora
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iba a enterarse de todo lo que pasara porque hasta que no
cumplió doce sus papás no le dejaron tener teléfono.
Estaba contestando el mensaje cuando Emma le dio un
sacudón en la espalda.
—Vamos —le dijo—, ya tenemos que embarcar.
Manuel subió al avión y se sentó junto a la ventanilla. Esa
era una de las ventajas de ser el más chico de la casa: le daban ciertos gustos, como elegir dónde sentarse. Antes de
apagar su teléfono contestó el mensaje.
Manu
Gracias, man. Contame todo de la fiesta. Todo.
Durmió la mayor parte del viaje. Cuando se despertó, se
estiró y se le cayó la manta que lo abrigaba. Raro. No recordaba haberse tapado. Levantó la tapa de la ventana y se encontró con unos colores que nunca había visto. Montañas
que parecían pintadas a mano. Y a sus pies la ciudad. Habían
llegado.
Dejaron las valijas en el hotel y fueron a desayunar. Su
papá, mientras tomaba café, anunció el recorrido del día.
Manuel fantaseó con quedarse en el hotel. Había una pileta
enorme y el calor era sofocante.
—Lo primero que vamos a hacer —dijo el papá— es ir a la
catedral.
Todos se miraron y asintieron como si estuvieran en una
reunión de directorio repasando la minuta del día
Explicación: