¿Crees que muchas veces (como los protagonistas) estamos atrapados en el ordenador?
este es el texto:
Pablo era un niño que tenía ganas de jugar
con el ordenador nuevo que le habían
comprado. Lo encendió, pero no funcionó.
Desobedeció a sus padres y tocó los cables
para ver si lo podía arreglar. Se produjo un
gran chispazo lo cual le ocasiono un
desmayo. Cuando se despertó, se dio
cuenta de que estaba dentro del ordenador.
Pidió ayuda, pero nadie lo veía ni lo
escuchaba, porque estaba solo en casa.
Pensó que la única manera para que le
ayuden es a través de Internet. Buscó la “e”
de Internet Explorer, salto sobre ella e
Internet no aparece. Recuerda lo que hacía con el ratón, y esta vez salta dos veces sobre la “e”
Internet Explorer. Por fin aparece Internet, ingresa en Google y busca ayuda. Encuentra una
página Web y salta sobre ella; la página se abre y escribe un mensaje de ayuda. Le responde
mucha gente, unos le dan ánimos, otros le dan pistas, pero solo uno le dice la solución. Tiene que
ir a otra página Web y superar dos pruebas. Salta sobre la página y le aparece la primera prueba,
la lectura. Tiene que leer un texto muy rápido, pero pasa la prueba sin dificultad. La segunda
prueba tiene que hacer un dictado sin faltas ortográficas. Comete un fallo, pero pasa la prueba.
De repente apareció en la silla del ordenador, todo era como antes.
Al día siguiente, Pablo fue a visitar a su amigo Carlos, para comentarle todo lo sucedido. Carlos
también tenía su propia historia.
Carlos era un niño al que siempre le había gustado jugar al fútbol con sus amigos. Incluso, cuando
los mayores no le vigilaban, se atrevía a subirse a los árboles. Siempre estaba corriendo feliz de
un lado a otro y cuando no sacaba la bicicleta para dar una vuelta era porque ese día había
elegido el patinete.
Sin embargo, al cumplir seis años las cosas empezaron a cambiar: descubrió la tecnología. Si al
principio solo usaba Internet para ver acrobacias con patines, poco a poco cada vez lo usaba
más. Ahora desayunaba viendo vídeos en la Tablet, en el colegio siempre le regañaban por estar
con el móvil sin prestar atención a la profesora y las tardes las pasaba encerrado en casa jugando
a videojuegos.
Carlos había cambiado la vida real por una vida virtual, donde él ya no era el auténtico
protagonista. Poco a poco fue perdiendo amigos. Incluso, su aspecto, que siempre había sido
atlético, cambió.
Sus padres le regañaban y le pedían que saliera a la calle a jugar, que necesitaba que le diera el
sol. Sin embargo Carlos no les obedecía ni les entendía, ya que para él todo el mundo interesante
y divertido estaba en Internet.
Fue así como cada día Carlos descubría una cosa nueva en su cuerpo. Ahora le escocían los
ojos y siempre le andaban lagrimeando. También empezó a tener problemas de rodillas y
tobillos y apenas conseguía tenerse en pie. A él, esto no le importaba ya que creía que se estaba
convirtiendo en un mutante parecido al de sus videojuegos.
Sin embargo, un apagón general en toda la ciudad fue la vuelta a la realidad de Carlos. Al principio
se enfadó mucho por no poder conectarse a Internet, pero según pasaban las horas empezó
recordar la sensación del aire en su cara, la euforia de marcar un gol o las risas que compartía
con sus amigos.
Fue entonces cuando escuchó una voz que venía de la cocina. No la reconocía muy bien, pero
pensó que sería de su madre. Y al pensar en ella, entendió que había pasado tantas horas frente
al ordenador que ya no recordaba la cara de su mamá.
Desde entonces solo dedicó un rato corto al día a jugar con sus aparatos tecnológicos.
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