Crear 8nuevas bienaventuranzas para este tiempo de pandemia
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
1. Estamos celebrando el tiempo de Pascua en una situación inédita. La pandemia que padecemos y sus consecuencias sociales y económicas son fuente de sufrimiento y nos interpelan profundamente. Este escenario requiere una serena reflexión a la luz del misterio pascual de Cristo que ilumine las sendas por las que caminar. Necesitamos la luz de la esperanza que nos ayude a afrontar los desafíos presentes.
2. Dios nos ha creado por amor. Es el mensaje que surge en los primeros versículos del libro del Génesis y que se prolongará a lo largo de toda la Sagrada Escritura. Y esta realidad ilumina y da sentido a nuestra vida. Efectivamente, la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios es un misterio de amor: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla» (Gen 1, 27-28).
3. Pero junto a este misterio de amor, aparece el misterio del mal y del pecado, manifestado en el relato de la caída de Adán y Eva (cfr. Gen 3). Este misterio nos acompaña durante nuestra existencia y se ha manifestado crudamente en este tiempo de pandemia. Aun así, Dios no abandona a quienes ha creado por amor: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). Dios nunca abandona al ser humano, ni abandonó al Pueblo elegido, sino que, al contrario, se mantiene fiel a la alianza establecida. Precisamente sus obras en favor de Israel se dirigieron a restablecerlo en este pacto de amor por medio de la misericordia. Dios tampoco hoy nos abandona.
4. En este tiempo, el mal y el sufrimiento han aparecido dolorosamente en nuestras vidas. Se contabilizan miles de fallecimientos. En muchos casos sin la posibilidad de ser acompañados por sus seres queridos en el momento de la muerte. Hemos visto el sufrimiento de las personas mayores, muchas de ellas en las residencias que, por prevención, tenían restringido el acceso de familiares. Las medidas sanitarias que se han tomado alteran profundamente nuestras vidas. Hemos vivido la experiencia inédita del confinamiento; la suspensión presencial de la actividad escolar. Hemos percibido la vulnerabilidad personal y social.
5. Por eso, en este primer apartado quisiéramos reflexionar sobre la duda que puede surgir en el corazón ante esta situación: si Dios es bueno, ¿por qué permite estas calamidades? Si nos ama de verdad, habría creado el mundo de otra forma, sin la presencia del mal que tanto nos hace sufrir. En el fondo es la pregunta que autores como Hume y Dostoievski se plantearon de forma dramática: ¿no debería un Dios bueno y omnipotente haber creado un mundo exento de mal? Si no ha podido, le falta poder. Si no ha querido, le falta bondad.
6. La cuestión del origen del mal y del sufrimiento siempre ha interpelado al pensamiento humano. Algunas culturas de la antigüedad lo explicaban partiendo de una cosmovisión dualista, según la cual el bien y el mal manifiestan el influjo de divinidades buenas y malas. Sócrates (s.V a.c.) analizó el fenómeno del mal moral y lo atribuía a la ignorancia: si el ser humano fuera consciente de que vivir éticamente es la mejor manera de vivir, la más feliz, no optaría por la maldad.
7. También el pensamiento cristiano ha abordado la cuestión del mal y del sufrimiento. Es una realidad que aparece en la Sagrada Escritura prácticamente desde el inicio, como hemos visto anteriormente. La literatura sapiencial profundiza en esta cuestión. El libro de la Sabiduría realiza una afirmación fundamental: «Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes, sino que todo lo creó para que subsistiera» (Sab 1, 13-14). Es decir, Dios no es el origen del mal ni autor del sufrimiento. Partiendo de esta afirmación, podemos ver en el libro de Job una profunda reflexión sobre el mal y el sufrimiento del justo. Job sufre toda una serie de calamidades: enfermedades, fallecimiento de sus seres queridos, pérdida de sus haciendas y bienes. El texto sapiencial se pregunta acerca de la causa de estos males, siendo Job un hombre justo y recto.
8. La literatura profética profundiza en la cuestión del mal, concretamente del sufrimiento del justo, relatada en los cuatro cánticos del Siervo de Yahveh del profeta Isaías, verdadera profecía de Jesucristo. Nos gustaría detenernos en el tercer cántico del Siervo que dice así: «El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento… El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás… El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.» (Is 50, 4-7).