crea una historia musical en la cual viaja por la región caribe
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La región Caribe en Colombia es cuna de algunos de los ritmos más destacados del continente suramericano. Al norte, Valledupar, capital del departamento del Cesar, es conocida por ser el corazón del vallenato, género musical declarado por la UNESCO como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, que cuenta al son del acordeón, la caja (tambor pequeño de cuero de chivo) y la guacharaca, leyendas y mitos populares.
La tierra del Cacique Upar, nombre del líder de la etnia Chimila que gobernaba la región, hoy es cada vez más conocida por ser la sede del Festival de la Leyenda Vallenata. Con más de media década desde su fundación reúne una vez al año a trovadores, cantantes, compositores y acordeoneros de Colombia y el mundo, para disputarse el título de Rey Vallenato, otorgado por jurados al mejor intérprete del acordeón.
La tradición musical se vive desde muy corta edad. La academia de Andrés ‘El Turco’ Gil, un hombre visionario que creyó en la posibilidad de alejar a los niños de la violencia a través de la música, es el promotor de los ‘Niños del vallenato’. Un conjunto de jóvenes, entre mujeres y hombres, de todas las edades que se han dedicado a llevar la cultura vallenata hasta todos los rincones del planeta.
En 1999 fueron recibidos por el expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en una presentación especial en la Casa Blanca, y desde ahí han pasado por numerosos escenarios internacionales como la Residencia de Los Olivos en Argentina, el Palacio de la Moneda en Chile o la Casa Imperial de la princesa Itaki en Japón.
En Valledupar, el acordeón es tan importante en su cultura que cuenta con múltiples representaciones artísticas en la ciudad. Una de ellas es la Casa Museo del Acordeón, administrada por ‘Beto’ Murgas, famoso compositor de la Guajira (departamento vecino), que se ha dedicado a contar la evolución de este instrumento y los diferentes formatos en donde se ha reproducido la música vallenata.
El acordeón es un elemento indispensable en las ‘Parrandas’, como se les llama coloquialmente a las fiestas de pueblo características de esta cultura. Son celebraciones que exaltan a los amigos, al amor o a la vida, en donde más que bailar se contemplan los aires románticos de este instrumento: la puya, el merengue, el son y el paseo.
Un poco más al sur, bordeando el mar Caribe, es posible vivir la fiesta más importante de Colombia: el Carnaval de Barranquilla. Una obra considerada por la UNESCO como Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad que combina entre carrozas, comparsas, disfraces, música y baile, un espectáculo majestuoso que viste a la ciudad y a las más de 90 mil personas (nacionales e internacionales) que llegan entre enero y marzo para estas festividades.
Sus ritmos más representativos, típicos además del folclor costeño, son la cumbia, la puya, el jalao, el garabato, el chandé, el porro, el bullerengue, el mapalé, el merecumbé, la guaracha y la Champeta, siendo esta última reconocida en toda la región Caribe por ser un género musical originario de las zonas afrodescendientes de la ciudad de Cartagena, en el departamento de Bolivar, vinculado con la cultura del corregimiento de San Basilio de Palenque.
Este último, conocido como el primer pueblo libre de América, fue declarado por la Unesco como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, por conservar algunas de sus tradiciones. Su lenguaje (Palenquero), la comida y su música, compuesta sobre todo por tambores que aprenden a tocar los jóvenes desde muy pequeños.
Un grupo con proyección internacional es Kombilesa Mi, que significa ‘Mis amigos’ en español, es una fusión del Rap Floclórico Palenquero, interpretado por nueve artistas que se dedican a preservar y difundir sus tradiciones a través de la música. Sus canciones se cantan en lengua palenquera y se acompañan al son de los tambores.
Al igual que ellos, el grupo de ‘Las alegres ambulancias’ tiene representación internacional. Conformado en su mayoría por adultos mayores afirman que toman su nombre, entre otras cosas, porque las personas les abren camino cuando pasan por las calles por la alegría que transmiten con sus cantos. Sus ritmos los caracteriza el sonido del Lumbalú, conocido como un ritual funera
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