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EL DEPORTE: UN CAMINO DE SUPERACIÓN HUMANA
Quiero compartir con ustedes la idea que tengo del deporte. Soy un convencido de que el deporte no se reduce a la grata o ingrata circunstancia de ganar o perder. Más allá, como posibilidad esencial para la construcción de un hombre nuevo, hay en él valores éticos y estéticos que nos pueden servir para crecer como personas. No quiero desconocer la naturaleza competitiva del deporte.
El deporte no es posible sin competencia, y negarla sería desconocerlo y negar al hombre. Quiero, eso sí, por otra parte, invitarlos a ustedes a revisar si está bien quedarse sólo con un deporte de circunstancias efímeras, con victorias y derrotas, que hoy son y mañana nadie las recuerda. A partir pues, de la premisa anterior, se hace evidente que los factores educativos del deporte, los que él encierra, apuntan aquí a tomar la competencia como eje, sin desconocer otras formas de realización deportiva, quizás menos humanas y mas divinas, ideales, las cuales por ser la mayoría de ustedes y yo seres de carne y hueso, no tocaré. El deporte debe generar amistad y compañerismo, y por encima de las circunstancias de la competencia, son estos dos algunos de los valores que engrandecen la práctica deportiva y al deportista.
En este sentido, por ejemplo, siempre he tratado contaminarme del nacionalismo infundado, e injustificado para el crecimiento humano, que despierta el deporte. No entiendo por qué podemos nosotros sentirnos más que las personas de otros países por el hecho de que en alguna representación deportiva nuestra haya derrotado a uno de ellos. Esto es absurdo, y además es la principal causa que impide encontrar en el deporte el fundamento ético y estético que contiene. El deporte encierra otros valores, que en la competencia suelen tener la posibilidad de expresarse y desarrollarse mejor, como la disciplina, la responsabilidad, el espíritu de lucha.
El deportista debe entrenar rigurosamente, sin ceder a las tentaciones de la abulia, sin caer en la inercia que invita al reposo improductivo, adecuando las cargas de trabajo de tal manera que haya un avance progresivo. Esta disciplina implica hacer las cosas a su debido tiempo sin permitir que la impulsividad o la pereza desvié al deportista de sus fines. Ahora bien, la disciplina indica responsabilidad. El deportista debe ser responsable si en realidad quiere alcanzar los logros que ha soñado o se ha propuesto.
Debe cumplir todos los requerimientos que su deporte y las metas trazadas le exijan. Ninguna actividad, pues, como el deporte, para exigir al hombre constancia, espíritu de lucha. Cuanto más alto y lejos se ha llegado, o más limitaciones se tienen, mayor es la fuerza de voluntad que exige el deporte, menos oportunidad aún de que el deporte perdone la flexiones de voluntad, las flojeras de espíritu. El deporte, cual horno de calidad superior, templa los mejores aceros.
El deporte es, además, un medio ideal para conocerse así mismo y por los demás, qué tan objetivo y subjetivo es para juzgar los resultados. Debe construir una práctica en la que ganarle a otro sea tan solo un pretexto para superar las propias limitaciones, tanto físicas como mentales. El mirar y practicar el deporte así es lo que constituye, a mi manera de ver, la cultura deportiva.
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Respuesta:
pa mucho texto la verdad
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