corrupción en las instituciones del Perú
Respuestas a la pregunta
Respuesta:La corrupción puede ser abordada desde dos perspectivas, que en absoluto son
antagónicas; más bien, creo, permanecen en un tipo de relación de género a especie. En
efecto, por un lado, es posible entender la corrupción como actos o manifestaciones
concretas del uso particular de la función pública delimitados en la legislación
administrativa o penal1
, pero, por otro lado, es necesario entender la corrupción en un
sentido más amplio, esto es, como un clima de mentalidad colectiva, sentimientos y
práctica histórica que denominamos “fenómeno de la corrupción”. Coincidiendo con el
profesor Hurtado Pozo, consideramos que esta dimensión es la más importante a tener
en cuenta, dadas las repercusiones negativas que tiene en la vida general del país, y
porque es la que sostiene o explica de algún modo las manifestaciones concretas de
corrupción habitual. En este acápite nos detendremos en esta última perspectiva de la
corrupción para luego, en los puntos siguientes, ir descendiendo a los mecanismos
extrajurídicos y jurídico-penales para la contención de las manifestaciones concretas de
la corrupción.
Pero, ¿por qué tanta preocupación por la extensión de la corrupción en nuestra sociedad
actual? ¿Qué hay de nuevo en una práctica que se conoce hace tanto tiempo?
LA CORRUPCIÓN: UNO DE LOS GRANDES PROBLEMAS
García Enterría2
apunta a la corrupción generalizada como uno de los dos grandes
problemas para el funcionamiento efectivo de las democracias occidentales. La describe
esencialmente como un fenómeno de colonización del Estado por la sociedad (a
diferencia de lo que ocurre con la administración pública en un Estado partidocrático, en
donde el fenómeno es el inverso: la colonización de la sociedad por el Estado), es decir,
como un fenómeno de injerencia distorsionaste del sector privado en el funcionamiento
del servicio público.
Y es que la corrupción, en el contexto actual, presenta tres aspectos singulares que la
hacen potencialmente lesiva al desarrollo de nuestras incipientes sociedades
democráticas.
En primer lugar, se evidencia una conexión peligrosa entre la novedosa criminalidad
organizada y la administración pública. Si bien la criminalidad organizada no es un tipo
de criminalidad absolutamente nueva, dado que su estructura no cambia en nada la
clásica división entre los delincuentes y los vigilantes de la ley, sí lo es su connivencia
con los propios órganos estatales encargados de su control y persecución. Como señala
Explicación: