CONTRAPEREZA , DILIGENCIA
Esta era una vie jecita que se llamaba doña Quirina y que, cuando yo
niño, vivía cerca de mi casa. Habitaba un cuartito que, por lo limpio, parecía una
tacita de porcelana.
Y en este cuarto, lo que sobre todo atraía mis miradas infantiles era una
herradura de hierro.
Doña Quirina era supersticiosa.
Creía que en cada casa donde se conserva con veneración una herradura
mular o caballar no penetra la pestilencia, ni falta pan, ni entra la desventura.
¿En qué fundaba la vie jecita las virtudes que atribuía a la herradura?
Yo te lo voy a contar, hijo mío, tal como doña Quirina me lo contó.
Pues has de saber, hijito, que cuando Nuestro Señor Jesucristo vivía en
este mundo pecador, desenmascarando a pícaros e hipócritas, haciendo milagros
y andando en compañía de san pedro, tropezó en su camino con una herradura
mohosa. Volviéndose al apóstol, que marchaba detrás del divino maestro, le dijo:-Perico, recoge eso y échalo al morral.
San Pedro se hizo el sueco, murmurando:
-iPues, hombre, vaya una idea! ¡Agacharme yo por un pedazo de hierro
viejo!
El Señor, que leía en el pensamiento de los humanos, como en libro abierto,
leyó esto en el espíritu de su apóstol y en vez de repetir la orden prefirió
inclinarse él mismo a recoger la herradura y guardarla entre la manga.
En esto llegaron los dos viajeros a una aldea, y, al pasar por la tienda de un
herrador, dijo Cristo:
-Hermano, ¿Quieres comprarme esta herradura?
El herrador la miró, la golpeó con la uña y, convencido de que con poco de
trabajo la pieza quedaría como nueva, contestó:
-Doy por ella dos centavos.-Venga el cobre - contestó el Señor.
Pagó el herrador, y los peregrinos prosiguieron su marcha.
Al extremo de la aldea encontraron a un chiquillo con un cesto en la mano y
que gritaba:
-iCerezas! ¡A centavo la docena!
-dame dos docenas - dijo Cristo.
y los dos centavos, precio de la herradura, pasaron a manos del muchacho
y las veinticuatro cerezas se las guardó el Señor entre la manga.
Hacía entonces un calor de infierno
Y у San Pedro, que caminaba siempre
tras el Maestro, iba resoplando, y habría dado el oro y el moro por un poco de
agua.
El Señor, de rato en rato, metía la mano en la manga y llevaba a la boca una
cereza y, como quien no quiere cosa, al descuido y con cuidado, dejaba caer otra
que San pedro se agachaba a recoger comiéndosela en el acto.
Después de haber comido el apóstol hasta media docena de cerezas, se
sonrió el Señor y dijo:
-Ya lo ves, Pedro; por no haberte agachado una vez, has tenido que hacerlo
seis veces. Contra pereza, diligencia.
y desde entonces una herradura en casa trae felicidad.
1. Escribe lo que más te ha llamado la atención de la lectura.
2. La vie jecita tenía la creencia de que en la casa donde había una herradura
reinaba la felicidad y no se conocía el hambre. Cuenta un a creencia parecida.
Consulta con tus padres y amigos.
8. Escribe un cuento o poema con el título: "La vie jecita que vivía sola"
Respuestas a la pregunta
Contestado por
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Respuesta:
Subraya en cada oración; con rojo los adjetivos, con azul los nexos y con
verde los adverbios.
1.- Susana la más pequeña del salón, quedó al final de la fila, sin embargo sus compañeros la
pasaron deprisa al frente.
2.- José iba en su carro rojo y grande porque iba a recoger a su familia, cuando recordó que ya iba
tarde.
3.- Pedro quería comprar una pelota grande y azul, probablemente en la tienda deportiva
encontraría una; por lo tanto se fue apresuradamente para llegar a tiempo.
4.- Ana estaba arriba de un árbol muy bonito y grande; aunque sabía que podía caerse.
5.- Cerca de la casa de Luis hay un parque muy grande y verde; por ese motivo le gusta ir a
caminar
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