Historia, pregunta formulada por cnstzaa68, hace 1 mes

constitucionalismo en europa siglo xix ​

Respuestas a la pregunta

Contestado por gensis66
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Comencemos por el principio y detengámonos, antes de nada, en las inmediaciones del texto escrito, de la letra impresa ya consolidada. Al avanzar con ánimo decidido hacia este necesario y clarificador libro, cosa que no debe sorprender en exceso conociendo al A., se encuentra el lector, en primer lugar, con una portada contundente: un extracto o fragmento de un cuadro brumoso, de marcados grises predominantes y casi obsesivos. Grises que asfixian por su efecto depresivo y remiten al clima de tipo centroeuropeo sin duda alguna. Tenue, sin mucha luz o con una luz más bien mortecina, agónica, que se va agotando o escapando según se mire, tal que un día que va falleciendo poco a poco, se divisa en él una mesa presidida por una pequeña urna de madera. Es el centro de nuestra atención captada, el nexo visual clave, el eje sobre el que se vierten las miradas inquisitivas. Allí un presidente, de pie, recibe al ciudadano, mientras su acompañante de la derecha busca en las listas del censo el nombre del sujeto que va a ejercitar el sufragio y los otros dos adláteres departen al fondo sobre lo divino y lo humano, ajenos al mensaje central que se quiere transmitir por parte del artista. Un tintero acompaña esta labor de pesquisa. El atuendo del ciudadano es modesto: beige la chaqueta, gris claro el pantalón, una corbata azul, sobre sencilla camisa blanca y chaleco asimismo beige, sin muchos más aditamentos. La desnudez de lo sencillo. Algo inidentificable en la mano. Probablemente un sombrero. Se ha descubierto, respondiendo a los mejores parámetros de la educación burguesa.

ecimonónica, ante quienes semejan ser seres superiores, como muestra de respeto. Su actitud es levemente sumisa. No tendría que serlo, pero así lo parece. En todo caso, la sumisión semeja acompañarse de cierto grado de orgullo y capacidad de decisión. Se plasma en la firmeza con la que entrega el sobre con su opción al citado presidente. No es un súbdito ante el que nos encontramos. Ni mucho menos. Es algo más. Y es algo más precisamente como consecuencia del acto que se está llevando a cabo. Es ciudadano porque está activando esa ciudadanía, porque la está realizando, porque está contribuyendo a formar la decisión colectiva mediante la expresión de su sencilla voluntad, que se sumará a la de otros idénticos seres humanos, coincidente o no con la suya, para configurar un resultado final determinante de cara al destino, de cara al futuro de aquella colectividad de la que forma parte. Sus colores plurales, serenos, claros, tranquilos, contrastan con el negro de las levitas y el rostro barbado de quienes integran la mesa presidencial. El rictus serio de los componentes de esa primera pieza (entre otras muchas) de las votaciones y del festival de la democracia apenas se percibe por lo diluido de los trazos con los que el pintor A. H. Bramtot ha querido diseñar este singular escenario. Al fondo, como decíamos, dialogan dos de esos próceres, ajenos a la escena principal. No interesan lo más mínimo.
Lo relevante es lo que ofrece esta imagen central que capta toda nuestra atención y toda nuestra emoción contenida. Es un rito el que se está ejercitando y el rito implica, en cierta forma, solemnidad, rutina, cuando no monotonía, falta de improvisación y de espontaneidad, rigor, solidez, previsibilidad. Pero para llegar a ese aburrido ritual se requieren muchas conquistas, muchos sacrificios, muchas renuncias y transacciones, muchos debates, votaciones, apoyos y traiciones. La vida política misma, embarcada en la defensa a ultranza de la libertad, se condensa en ese simple acto. Lo que el cuadro muestra no se consigue de la noche a la mañana. Es autorreferencial: lo que ahí se representa, el voto, se ha conseguido ejerciendo esa misma acción por encima de todas las dificultades posibles, esto es, se ha conseguido votando y luchando, y también viceversa. La escena reflejada tiene antecedentes nada pacíficos y precedentes que nos sumergen en un contexto histórico que está en las antípodas de lo representado pictóricamente. Es fruto de una pugna constante. El título, The Universal Franchise, nos habla de una suerte de libertad universal para cuya conquista, realización y consolidación, fue indispensable ese simple y pequeño gesto que el ciudadano anónimo que nos ocupa está realizando ante la severa mirada del poder: el voto, el sufragio, o, dicho de otra forma, la aceptación de unos mecanismos decisorios en democracia cuyo resultado último es la adopción de aquellos criterios apoyados o amparados por la mayoría con el respeto debido a las minorías, todo lo cual implica, en suma, la posibilidad de participar en la formación de la voluntad general, popular o nacional por medio de la expresión, sin restricción o limitación alguna, de la propia voluntad individual.



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