¿consideras que la situación de los obreros en el siglo XIX fue coherente con la idea del progreso que se pretendía promulgar?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
“Hoy, en todos sitios y con el mismo grado, se revela un mal que habrá de continuar y
que reside esencialmente en una nueva concepción que la clase trabajadora se hace de sus
derechos y deberes”1
. Con estas palabras resumía en 1886 Henri Francotte, presidente del
Círculo Católico de Lieja, su inquietud ante la generalización de agitaciones obreras en
Europa; generalización sintomática no ya de una crisis de consenso y de organización social
sino también de una evolución de la conciencia obrera que, por lo demás, conducía -así se
sostenía- a la destrucción de la civilización. El temor remitía a una observación: la repetición
de ciertos acontecimientos insólitos que los hombres de orden no dudaron en inscribir en el
deterioro de las conductas tradicionales asimiladas a la moral. Un grupo de mineros franceses
acababa de defenestrar, en enero de 1886, al ingeniero Watrim en Décazeville2
; pocas
semanas más tarde, en Londres, donde una manifestación convocada por la “Social
Democratic Federation reunió cerca de 10.000 desocupados según la prensa, se rompieron
ventanas de clubes conservadores y se atacaron tiendas de los barrios burgueses3
; y en marzo,
sólo días antes de que H. Francotte escribiera aquellas palabras, los vidrieros de Charleroi
incendiaban la vivienda y la fábrica de E. Baudoux en lo que los observadores definieron
como “una escena de masacre”4
. Junto al fantasma de la Comuna, es el de la Internacional el
que aparece tras esa simultaneidad de disturbios, alimentando en torno al colectivo obrero la
imagen no ya de la barbarie humana sino también la de un “espectro rojo”, un “terror rojo” se
dirá en otras ocasiones, dotado de unidad de acción y de organización contra el orden social
Explicación: