¿Consideras que en la actualidad estamos viviendo una revolución científica? ¿Por qué?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación:Cuando se habla acerca de la revolución científica, habitualmente se piensa en el fenómeno histórico que cristalizó en el siglo XVII, o sea, el proceso que desembocó en el nacimiento de la ciencia moderna. Se trata de un hecho inconfundible. En la ciencia experimental del siglo XVII, por vez primera en la historia, se combinaron las matemáticas y la experimentación, consiguiendo un conocimiento de la naturaleza que puede somerterse a control y sirve como base para las aplicaciones tecnológicas. Esa revolución, preparada durante siglos mediante trabajos que se remontan a la antigüedad, tomó cuerpo gracias a genios tales como Copérnico, Kepler y, de modo especial, Galileo, y alcanzó su madurez con la formulación de la mecánica de Newton.
En este sentido, la revolución científica equivale al nacimiento sistemático de la ciencia experimental moderna, y supone un logro definitivo en la historia de la humanidad. Las revoluciones científicas posteriores, gracias a las cuales se consolidaron, junto a la física, otras ciencias como la química y la biología, y se formularon nuevas teorías en cada una de ellas, como las teorías cuántica y relativista en la física, aparecen como desarrollos particulares de un paradigma global que básicamente quedó establecido en el siglo XVII con la formulación de la física clásica. En la vida normal, al nacimiento sigue el crecimiento. De modo semejante, a la ciencia clásica se han añadido nuevas ramas y nuevas disciplinas, y el proceso continúa; pero se trata de desarrollos de un mismo fenómeno básico, de modo semejante a como el estado adulto de una misma persona está en continuidad con su juventud.
Vistas las cosas bajo esta perspectiva, la pregunta: ¿ha acabado la revolución científica? tiene una respuesta clara: sí, acabó hace 300 años. La física de Newton fue ya ciencia moderna en el sentido más pleno.
Sin embargo, esta respuesta, aun siendo verdadera, es demasiado superficial. El nacimiento de la ciencia moderna representó la culminación de un período y el comienzo de otro. Pocos hechos tienen tanta trascendencia a la hora de dividir en etapas la historia de la humanidad. Parece lógico, por tanto, preguntarse por el significado de un hecho de tanta trascendencia.
No se trata sólo de las repercusiones exteriores de un hecho que, de por sí, sería neutral. Desde luego, los fundadores de la ciencia moderna no la veían como neutral. Por el contrario, la nueva ciencia aparecía ante sus ojos cargada de implicaciones filosóficas, teológicas y sociológicas. El nacimiento de la ciencia experimental fue acompañado de una clara conciencia de que estaba sucediendo algo trascendental en la historia de la humanidad.
Ciertamente, esa conciencia adquirió manifestaciones diferentes de acuerdo con el genio de los científicos y con las preocupaciones de los filósofos y teólogos. En este sentido cabría cuestionar si se trata propiamente de la revolución científica o más bien de las interpretaciones que suelen acompañar a todo hecho social relevante.
Mi propósito es argumentar que la revolución científica tiene por sí misma unas implicaciones de muy largo alcance que condicionan en buena parte importantes problemas actuales que no están resueltos de modo satisfactorio. En este sentido, a la pregunta: ¿ha acabado la revolución científica?, mi respuesta es: no. Además de no haber acabado, todavía no se han manifestado completamente sus implicaciones. Y pienso que aquí se encuentra una clave decisiva para comprender aspectos especialmente críticos de nuestra civilización.
Uno de ellos es la idea acerca de lo objetivo y lo subjetivo, con sus múltiples implicaciones en el ámbito de la especulación teórica, de la conducta práctica y de la organización social. La ciencia experimental se presenta como un saber riguroso centrado en el estudio de las relaciones entre los fenómenos y en la determinación de los mecanismos causales, excluyendo de su ámbito la consideración de las causas finales y, en general, de todo lo relacionado con la metafísica y la trascendencia. El ámbito metafísico queda relegado a un mundo aparte; en el mejor de los casos, se trataría de un tipo de reflexiones que, si bien podría considerarse legítimo, carecería de la validez intersubjetiva característica de la ciencia experimental y remitiría, por principio, a la conciencia y vida privadas de cada persona. La educación y, en general, toda la vida social, deberían estar regidas por una visión aséptica, plural y no comprometida, de acuerdo con las exigencias de la objetividad propia del conocimiento público, en el que no parece haber lugar para fines. Y el paradigma de la objetividad y del conocimiento público vendría dado por la ciencia experimental.
Respuesta:
Sí, porque ahora tenemos una tecnología científica mucho más avanzada que en siglos pasados y estamos avanzando muy rápido.