¿Consideran que este tipo de adaptaciones del arte popular desvirtúan lo tradicional? ¿Por qué?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
PARTICULARIDADES DEL ARTE POPULAR
Con frecuencia se afirma que es incorrecta la separación conceptual de arte popular y arte en general, que no hay diferencia entre ellos y que una posición contraria sólo pretende relegar el arte popular, dejarlo en un segundo nivel respecto del arte culto.
Con objetividad, lo cierto es que sí hay diferencias que distinguen el arte popular, y sin embargo no lo remiten a un segundo plano. Los rasgos más notorios del arte porpular son las siguientes:
1. Es tradicional: se transmite de generación en generación.
2. Suele ser comunitario o colectivo: pueblos enteros se dedican a la misma rama artesanal.
3 . Por lo general es anónimo, y en consecuencia, rara vez se encuentran piezas firmadas; algunos artistas populares consagrados o de fama sí firman sus obras.
4 . Suele ser utilitario o cotidiano; son objetos con un fin práctico, y entre ellos se pueden incluir algunas piezas religiosas, pues las creencias del pueblo se expresan en la vida cotidiana.
5 . Está determinado por el medio ambiente, pues se realiza con materiales naturales del entorno propio de cada población o región.
En cuanto a cultura, ésta puede tener dos significados: el común y corriente, referido al conjunto de conocimientos de una persona, y el concepto antropológico, que alude a las características de un pueblo: idioma, religión, estructura social, costumbres, gastronomía y, por supuesto, arte popular. Con este último término sucede algo parecido, puede tener dos significados y entenderse como las expresiones individuales y selectas realizadas por artistas populares, o tener un sentido más amplio relativo a la artesanía de toda una comunidad.
RELACIÓN DEL ARTE POPULAR CON EL ARTE EN GENERAL
El arte popular es una fuente donde abrevan los artistas plásticos; con frecuencia nutre y da sentido al arte en general. Baste ver las obras de José Guadalupe Posada (grabador ubicado en la frontera misma de ambas artes), la mayoría de los muralistas mexicanos, las pinturas de Diego Rivera y muchas de Frida Kahlo, casi todas las de María Izquierdo y Chucho Reyes Ferreira. Cabe preguntar incluso si los intensos colores de las casas diseñadas por Luis Barragán no se inspirarían en el arte popular mexicano.
MESTIZAJE Y ARTE POPULAR
Pocas ramas del arte popular mexicano se conservan como en la época prehispánica, pues en la actualidad la mayor parte son mestizas. A partir de técnicas precolombinas o, en ocasiones, introducidas por los primeros frailes (como Vasco de Quiroga en Michoacán), se agregaron elementos “occidentales” o, mejor dicho, europeos, y a veces asiáticos.
Una sorprendente muestra de dicho mestizaje es el culto a la muerte. Desde antes de la Conquista se hacían ofrendas a los muertos, que incluían comida, sobre todo tamales, exactamente como hoy en día. En la actualidad, esa tradición muestra nuevas y variadas facetas artísticas (que por cierto azoran y hasta espeluznan a los visitantes extranjeros): pan de muerto con decoraciones que simulan huesos humanos, para comer en familia; calaveras de azúcar que regalamos a la novia, ¡con su nombre en la frente!; juguetes de madera y de otros materiales que obsequiamos a los niños, entre ellos ataúdes con tapa corrediza que, cuando se abre, sale impulsado un esqueleto; orquestas integradas por músicos que asimismo son osamentas; tumbas de alfeñique, etcétera. Para redondear el tema están los versos festivos, llamados calaveras, que se dedican a los amigos, supuestamente difuntos, recordando los gustos, aficiones y rasgos que “tenían en vida” y que ahora, “ya calaveras”, han perdido para siempre.
REVALORACIÓN DEL ARTE POPULAR COMO ARTE
Como la Revolución Mexicana la hizo el pueblo, es lógico y consecuente que haya dado lugar a la revaloración de sus propias expresiones, entre ellas el arte popular. Como una reacción ante el afrancesamiento del Porfiriato –que en realidad incluía, además de arte europeo, porcelanas chinas y, en general, piezas artísticas extranjeras–, pocos años después de la guerra civil se publican los primeros libros sobre arte popular, y los pintores Roberto Montenegro y el Dr. Atl se cuentan entre los principales promotores de una exposición que sobre el tema se llevó a cabo en la Ciudad de México.
En las décadas siguientes, los artistas e intelectuales mexicanos empezaron a decorar sus casas con piezas de arte popular; y en la segunda mitad del siglo XX se suma la clase media a esta tendencia que, por fortuna, resultó mucho más que una moda, pues lo que podría haber sido efímero y pasajero alcanzó cierto arraigo.
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