consecuencias de la contaminación de los espacios costeros
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Una contaminación prolongada puede afectar a los ecosistemas marinos y costeros y hacer peligrar los medios de vida de comunidades enteras. El OIEA, mediante la aplicación de técnicas nucleares e isotópicas de vanguardia, ayuda a los Estados Miembros a vigilar con exactitud la contaminación, reducir al mínimo las consecuencias de los incidentes y mitigar sus efectos en la población local.
Se estima que el 80 % de los contaminantes presentes en el medio marino proceden de la tierra. Algunas sustancias peligrosas, como los metales pesados tóxicos, los compuestos orgánicos persistentes (como los plaguicidas y los productos químicos industriales), los hidrocarburos y las sustancias radiactivas procedentes de actividades industriales, agrícolas, municipales y mineras, terminan pasando al medio marino por medio de las aguas superficiales y subterráneas.
A fin de prestar asistencia a los Estados Miembros para hacer frente a la contaminación del mar y las costas, el OIEA ha desarrollado una serie de recursos y técnicas científicos que ayudan a los encargados de adoptar decisiones a proteger el medio marino. El Organismo cuenta con laboratorios para el medio ambiente en Mónaco y Seibersdorf (Austria) en los que se aplican técnicas nucleares e isotópicas para estudiar los procesos de contaminación y determinar el origen de los contaminantes.
Contaminación de las costas e inocuidad de los alimentos marinos
Los contaminantes que acaban en las aguas costeras pueden acumularse en los organismos marinos a través de la cadena alimentaria, lo que deteriora la resiliencia del ecosistema y supone un peligro para la salud humana de consumirse pescados y mariscos contaminados. En los últimos años también han aumentado los casos de floraciones de algas nocivas, que pueden producir toxinas que ocasionan enfermedades de origen alimentario como la intoxicación paralizante por mariscos y la intoxicación por ciguatera en pescados, que pueden ser letales. Estos casos afectan a la pesca, la acuicultura, el turismo y el uso del agua de bebida y de recreo.
El OIEA, por medio de sus laboratorios para el medio ambiente, desempeña un papel clave en la investigación y la capacitación sobre la manera de detectar la presencia de contaminantes y biotoxinas peligrosos en los alimentos de origen marino, por ejemplo, mediante el análisis de unión de radioligando, procedimiento analítico empleado para detectar toxinas durante la floración de algas nocivas. Asimismo, en el marco de una asociación con la Organización Regional para la Protección del Medio Marino, uno de los programas de mares regionales del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se analizaron en los Laboratorios del OIEA para el Medio Ambiente, sitos en Mónaco, muestras de ostras y sedimentos marinos del Golfo Pérsico para determinar los niveles de radionucleidos, oligoelementos, contaminantes orgánicos y biotoxinas relacionados con la floración de algas nocivas.
Plásticos
Ciertos plásticos se acumulan en el océano debido a que su tasa de degradación es lenta. Según algunas estimaciones, habría nada menos que 5,25 billones de partículas de plástico, con un peso total de 250 000 toneladas, flotando en los océanos de todo el mundo, entre ellas las micropartículas de plástico (partículas de menos de 5 mm). Estas proceden del desgaste y la desintegración de restos de plástico mayores, los gránulos empleados en la fabricación de plásticos, los aditivos de los productos de limpieza y de higiene personal y la ropa sintética.
Al ser tan pequeñas, las micropartículas de plástico pueden confundirse con plancton y ser ingeridas por animales marinos, como bivalvos (mejillones y almejas) y peces. Estas y los contaminantes que en ellas se acumulan pueden pasar a la cadena alimentaria. Gracias a los trazadores radiomarcados puede conocerse cómo llegan los contaminantes orgánicos a las micropartículas de plástico y cómo estos contaminantes pasan a los organismos marinos.
Explicación:
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Respuesta:
Los contaminantes que acaban en las aguas costeras pueden acumularse en los organismos marinos a través de la cadena alimentaria, lo que deteriora la resiliencia del ecosistema y supone un peligro para la salud humana de consumirse pescados y mariscos contaminados.