conflicto de esmeraldas en muso
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Entonces sonaron los disparos de la “primera guerra verde”. Un episodio oscuro de la historia de Colombia donde confluyeron en un rincón de Boyacá los hombres más ricos, poderosos y asesinos del país. Entre ellos estaban Humberto el ‘Ganso’ Ariza –otro de los hombres de Siete Colores–; Gonzalo Rodríguez Gacha, más conocido como el Méxicano; Gilberto Molina, llamado el rey de las esmeraldas. En este caldo de cultivo de alias y ambiciones, dinero y poder, el ingreso del Ejército a la zona solo pudo agravar los conflictos. Se estima que durante esta guerra, que empezó con la muerte de Efraín González –en 1965– y terminó diez años más tarde, hubo más de 1.200 muertos en los municipios de Chiquinquirá, Muzo, Coscuez, Borbur y Somondoco. En 1980, en Muzo, llegaron a haber 35.000 guaqueros.
La confrontación entre patrones de las esmeraldas fue tan delicada, que el presidente Misael Pastrana decidió excusar al Estado del baño de sangre y sacar una licitación para entregar a particulares el manejo de las minas, que, por supuesto, ganaron los gamonales del occidente de Boyacá. Molina, Gacha y Carranza se repartieron el botín. A Esmeracol, de propiedad de Juan Beetar Dow y Benito Méndez Silva, le dieron el manejo de las minas de Coscuez; a Tecminas, de Gilberto Molina y Víctor Carranza, las de Quípama; a Coexminas, de Julio Roberto Silva, las de Muzo, y a la familia Quintero Morales, las de Peñas Blancas. Con esta repartición se selló el final de la primera guerra verde y el matrimonio bien avenido entre esmeraldas y narcotráfico. Dos negocios que atraen plata y sangre y que el Estado ha sido incapaz de controlar