Ciencias Sociales, pregunta formulada por 316018, hace 4 meses

conflicto armando 4 versos y 4 estrofas

Respuestas a la pregunta

Contestado por skarletgarcia
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Respuesta:

Atado a la orilla

Andrea Cote

Si supieras que afuera de la casa,

atado a la orilla del puerto quebrado,

hay un río quemante

como las aceras.

Que cuando toca la tierra

es como un desierto al derrumbarse

y trae hierba encendida

para que ascienda por las paredes,

aunque te des a creer

que el muro perturbado por las enredaderas

es milagro de la humedad

y no de la ceniza del agua.

Si supieras

que el río no es de agua

y no trae barcos

ni maderos,

sólo pequeñas algas

crecidas en el pecho

de hombres dormidos.

Si supieras que ese río corre

y que es como nosotros

o como todo lo que tarde o temprano

tiene que hundirse en la tierra.

Tú no sabes,

pero yo alguna vez lo he visto

hace parte de las cosas

que cuando se están yendo

parece que se quedan.

De Conversación a oscuras

Horacio Benavides

Te metieron en una bolsa negra

y te llevaron al monte

yo por entre los matorrales los seguí

Los hombres decían chistes

cavaban y reían

Cuando las cosas empezaron a calmar

fuimos al monte y te trajimos a la casa

para que no te sintieras solo, hermano

Ahora estás en el solar

A tu lado sembramos un ciruelo,

el que da las frutas que tanto te gustan

y todos los días lo regamos con agua

y con lágrimas

La pregunta

Mery Yolanda Sánchez

Te han tirado al patio de las ranas. Sobre ti, pompas de jabón. Te preguntabas por qué las gallinas son tristes y van con una queja eterna. Hoy te picotean y no saben qué eres. Alguien te habrá mirado por última vez como un mal recuerdo. Nunca supiste estar de pie, no te gustaba estar pendiente. Sin embargo, te acostumbraste a dormir con ropa por si te sacaban con el sueño.

De El crecimiento del vacío

Néstor Raúl Correa

Haz como si los cuerpos que bajan por el río

con gallinazos

no fueran de nadie

hija mía.

Como si el ruido de cráneos en las fosas

se pareciera al silencio

que hay en el silencio

hijo mío.

Como si lo que pasa

día a día

no pasara.

Cuestión de estadísticas

Piedad Bonnett

Fueron veintidós, dice la crónica.

Diecisiete varones, tres mujeres,

dos niños de miradas aleladas,

sesenta y tres disparos, cuatro credos,

tres maldiciones hondas, apagadas,

cuarenta y cuatro pies con sus zapatos,

cuarenta y cuatro manos desarmadas,

un solo miedo, un odio que crepita,

y un millar de silencios extendiendo

sus vendas sobre el alma mutilada.

Chengue

Camila Charry

En la radio anuncian que han tomado el pueblo.

Que hubo explosiones

restos de carne que se estrellaron contra otros cuerpos.

Que todo fue muy rápido.

Que las gallinas dejaron en el aire

después de arder bajo el estallido

sus plumas como un ala de neblina

que no permitió ver con claridad

cuántos muertos fueron.

Que fue un horror no haberlos visto bien.

Que deberán regresar en la madrugada para contar los cuerpos

adivinar las formas entre los fragmentos

en pleno domingo,

sin día de descanso,

sin recibir un pago adicional.  

Dijeron, en la radio, que la vida nunca es justa.

Los que tienen por oficio lavar las calles

José Manuel Arango

Los que tienen por oficio lavar las calles

(madrugan, Dios les ayuda)

encuentran en las piedras, un día y otro, regueros de sangre

Y la lavan también: es su oficio

Aprisa

no sea que los primeros transeúntes la pisen

Hospital Militar

Maruja Vieira

¡Dios, qué mano tan fría!

dijo el soldado herido.

En la silla de ruedas su figura

sería un árbol joven

con las ramas cortadas.

Porque allí no había mano,

sólo unos ojos hondos,

muy hondos, que parecían

preguntarle algo a Dios.

Llanura de Tuluá

Fernando Charry Lara

Al borde del camino, los dos cuerpos

uno junto del otro,

desde lejos parecen amarse.

Un hombre y una muchacha, delgadas

formas cálidas

tendidas en la hierba, devorándose.

Estrechamente enlazando sus cinturas

aquellos brazos jóvenes,

se piensa:

soñarán entregadas sus dos bocas,

sus silencios, sus manos, sus miradas.

Mas no hay beso, sino el viento

sino el aire

seco del verano sin movimiento.

Uno junto del otro están caídos,

muertos,

al borde del camino, los dos cuerpos.

Debieron ser esbeltas sus dos sombras

de languidez

adorándose en la tarde.

Y debieron ser terribles sus dos rostros

frente a las

amenazas y relámpagos.

Son cuerpos que son piedra, que son nada,

son cuerpos de mentira, mutilados,

de su suerte ignorantes, de su muerte,

y ahora, ya de cerca contemplados,

ocasión de voraces negras aves.

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Explicación:

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