Conclusión de las actividades económicas de América
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Aquí están las que, para mí, fueron las principales conclusiones del encuentro:
1. Celebremos los logros. Todos los participantes reconocieron que América Latina ha progresado mucho desde los días de hiperinflación y crisis de deuda de los años ochenta y noventa. Se han reforzado los marcos de política macroeconómica, y la flexibilidad cambiaria es ahora un amortiguador importante de shocks externos en muchos países. Al mismo tiempo, han disminuido las tasas de pobreza y la desigualdad, y la clase media se ha expandido. Estos avances socioeconómicos se han visto respaldados por el establecimiento generalizado de sociedades democráticas.
2. La vida después de la bonanza. El optimismo de 2010, cuando la región experimentó un repunte impresionante tras la crisis financiera internacional y creció más de 6 por ciento, se ha desvanecido. La actividad económica viene desacelerándose año tras año desde entonces, y la mayoría de los panelistas convinieron en que el crecimiento a mediano plazo probablemente también sea mediocre, ya que la “buena surte” asociada al auge de los mercados de materias primas ha terminado y las debilidades estructurales —tales como bajo nivel de ahorro, escasa inversión y baja productividad— han pasado a primer plano. Como dijo Mario Blejer, no cabe duda de que “se terminó la fiesta”.
3. Riesgos. Se observó una variedad más amplia de opiniones sobre el impacto que tendrá en la región el alza de las tasas de interés estadounidenses, que podría provocar salidas de capital, encarecer el financiamiento y debilitar las monedas nacionales. Algunos panelistas opinaron que las hojas de balance son bastante resistentes, ya que mucha deuda pública se encuentra denominada actualmente en moneda nacional, las reservas internacionales son abundantes y las empresas han aprendido la lección de crisis pasadas y solo asumen deuda en moneda extranjera si cuentan con la cobertura necesaria. Otros participantes, sin embargo, consideran que existen importantes vulnerabilidades ahora que las empresas a lo largo y a lo ancho de América Latina enfrentan una combinación de mayor endeudamiento, menor crecimiento y menores precios de las materias primas. Si añadimos el riesgo de caídas adicionales de los precios de las materias primas, quizá en el contexto de un crecimiento menor de lo esperado en China, el período que se avecina podría ser, como lo caracterizó un participante, “un camino con sobresaltos”. Ciertamente estoy de acuerdo en que es primordial mantenerse atento.
4. Las políticas importan. Aunque el panorama general es relativamente sombrío, existen importantes diferencias dentro de la región. Muchos participantes hicieron hincapié en que las perspectivas son relativamente más favorables para los países con fundamentos macroeconómicos más sólidos, que están mejor preparados para enfrentar los momentos difíciles. Argumentaron que, en otros países, las políticas erradas (o “heridas autoinflingidas”) contribuyeron mucho a la difícil coyuntura actual, que combina una baja tasa de crecimiento con un elevado nivel de inflación. Carmen Reinhart lo expresó muy bien cuando dijo que es crucial evitar crisis macroeconómicas —y las fuertes pérdidas del producto que las crisis del pasado típicamente acarrearon— para poder mejorar en forma sostenida los niveles de vida en América Latina.
5. Prioridades de reforma. Cuando la atención se desplaza del terreno macroeconómico al microeconómico, el debate naturalmente se hace más rico y diverso: y así escuchamos una variedad de ideas sobre cuáles son las “limitaciones más restrictivas” al crecimiento. Sin embargo, la opinión general fue que los mercados del trabajo, la educación, la infraestructura y la calidad de la gobernanza son ámbitos problemáticos clave. Básicamente, para generar un aumento sostenido de la inversión y dinamismo económico, América Latina tendrá que incrementar su capital físico y humano, así como mejorar las instituciones que respaldan la economía de mercado.
6. Diversificación de la economía y comercio internacional. Muchos panelistas argumentaron también que para avanzar se necesitará una mayor diversificación de las estructuras económicas, junto con una integración comercial más profunda, tanto dentro de la región como con otras partes dinámicas de la economía mundial (como por ejemplo las famosas cadenas de valor asiáticas). En este contexto, varios participantes consideraron justificada una intervención inteligente a nivel de sector. Personalmente, estoy de acuerdo con el objetivo de crear una base más amplia para las economías de América Latina. Pero soy más cauto respecto de intentar calibrar el desarrollo económico. Como señalamos en la edición reciente de Perspectivas económicas de las Américas, todavía hay muchas cosas básicas por enderezar (en educación, infraestructura y gobernanza) antes de emprender políticas sectoriales más activistas que están plagadas de riesgos.
1. Celebremos los logros. Todos los participantes reconocieron que América Latina ha progresado mucho desde los días de hiperinflación y crisis de deuda de los años ochenta y noventa. Se han reforzado los marcos de política macroeconómica, y la flexibilidad cambiaria es ahora un amortiguador importante de shocks externos en muchos países. Al mismo tiempo, han disminuido las tasas de pobreza y la desigualdad, y la clase media se ha expandido. Estos avances socioeconómicos se han visto respaldados por el establecimiento generalizado de sociedades democráticas.
2. La vida después de la bonanza. El optimismo de 2010, cuando la región experimentó un repunte impresionante tras la crisis financiera internacional y creció más de 6 por ciento, se ha desvanecido. La actividad económica viene desacelerándose año tras año desde entonces, y la mayoría de los panelistas convinieron en que el crecimiento a mediano plazo probablemente también sea mediocre, ya que la “buena surte” asociada al auge de los mercados de materias primas ha terminado y las debilidades estructurales —tales como bajo nivel de ahorro, escasa inversión y baja productividad— han pasado a primer plano. Como dijo Mario Blejer, no cabe duda de que “se terminó la fiesta”.
3. Riesgos. Se observó una variedad más amplia de opiniones sobre el impacto que tendrá en la región el alza de las tasas de interés estadounidenses, que podría provocar salidas de capital, encarecer el financiamiento y debilitar las monedas nacionales. Algunos panelistas opinaron que las hojas de balance son bastante resistentes, ya que mucha deuda pública se encuentra denominada actualmente en moneda nacional, las reservas internacionales son abundantes y las empresas han aprendido la lección de crisis pasadas y solo asumen deuda en moneda extranjera si cuentan con la cobertura necesaria. Otros participantes, sin embargo, consideran que existen importantes vulnerabilidades ahora que las empresas a lo largo y a lo ancho de América Latina enfrentan una combinación de mayor endeudamiento, menor crecimiento y menores precios de las materias primas. Si añadimos el riesgo de caídas adicionales de los precios de las materias primas, quizá en el contexto de un crecimiento menor de lo esperado en China, el período que se avecina podría ser, como lo caracterizó un participante, “un camino con sobresaltos”. Ciertamente estoy de acuerdo en que es primordial mantenerse atento.
4. Las políticas importan. Aunque el panorama general es relativamente sombrío, existen importantes diferencias dentro de la región. Muchos participantes hicieron hincapié en que las perspectivas son relativamente más favorables para los países con fundamentos macroeconómicos más sólidos, que están mejor preparados para enfrentar los momentos difíciles. Argumentaron que, en otros países, las políticas erradas (o “heridas autoinflingidas”) contribuyeron mucho a la difícil coyuntura actual, que combina una baja tasa de crecimiento con un elevado nivel de inflación. Carmen Reinhart lo expresó muy bien cuando dijo que es crucial evitar crisis macroeconómicas —y las fuertes pérdidas del producto que las crisis del pasado típicamente acarrearon— para poder mejorar en forma sostenida los niveles de vida en América Latina.
5. Prioridades de reforma. Cuando la atención se desplaza del terreno macroeconómico al microeconómico, el debate naturalmente se hace más rico y diverso: y así escuchamos una variedad de ideas sobre cuáles son las “limitaciones más restrictivas” al crecimiento. Sin embargo, la opinión general fue que los mercados del trabajo, la educación, la infraestructura y la calidad de la gobernanza son ámbitos problemáticos clave. Básicamente, para generar un aumento sostenido de la inversión y dinamismo económico, América Latina tendrá que incrementar su capital físico y humano, así como mejorar las instituciones que respaldan la economía de mercado.
6. Diversificación de la economía y comercio internacional. Muchos panelistas argumentaron también que para avanzar se necesitará una mayor diversificación de las estructuras económicas, junto con una integración comercial más profunda, tanto dentro de la región como con otras partes dinámicas de la economía mundial (como por ejemplo las famosas cadenas de valor asiáticas). En este contexto, varios participantes consideraron justificada una intervención inteligente a nivel de sector. Personalmente, estoy de acuerdo con el objetivo de crear una base más amplia para las economías de América Latina. Pero soy más cauto respecto de intentar calibrar el desarrollo económico. Como señalamos en la edición reciente de Perspectivas económicas de las Américas, todavía hay muchas cosas básicas por enderezar (en educación, infraestructura y gobernanza) antes de emprender políticas sectoriales más activistas que están plagadas de riesgos.
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