Con ingenio y humor cree una caricatura del Ecuador Multicolor .
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La caricatura política es un tipo de texto que busca la intensificación de los procesos significativos de descalificación de la política oficial, lo cual es lo propio del discurso político, del discurso polémico. Para ello, despliega una gama de recursos, lingüísticos, retóricos, discursivos y gráficos que crean unos efectos de sentido: unos simulacros que pongan en entredicho los discursos oficiales de las autoridades políticas de un Estado-Nación. Como texto directo y descarnado, ofrece una lectura única y frontal de la realidad donde la caricatura juega un papel de opinión pública sin mensajes ocultos. Es decir, se trata de un texto que no propone una lectura escondida, sino que avanza sobre el sentido en el canal más rápido y directo (Agelvis, 2010).
La caricatura política no es un testimonio de la realidad, sino una construcción de esa realidad. Lo que expresa debe ser leído en esos términos. Sus imágenes atienden asuntos o temas que están en el ambiente y toman elementos de los sucesos y acontecimientos cotidianos para elaborar sus críticas, también subliman, exageran y deforman. En efecto, las caricaturas políticas son vehículos de representación, incluso instrumentos para actuar sobre la sociedad y condicionar las percepciones individuales y colectivas (Gantús, 2009).
Ibarra (2006) explica que la caricatura política debe analizarse desde dos dimensiones: como una representación gráfica de los problemas que son procesados en la escena política y como una forma de opinión complementaria a la expresión escrita de los medios. A través de su análisis, se promueve una lectura coyuntural sobre el acontecer político y social, relacionada con la mirada del humorista frente a la realidad. Y es que, gracias a la caricatura política, se enfocan los eventos políticos de una manera beligerante. De hecho, las caricaturas son herramientas ideológicas que ayudan a caracterizar el enfoque editorial de cada medio y a utilizar a la imagen como un elemento clave que acentúa los rasgos negativos de los adversarios en segmentos reiterativos.
Por su parte, Bedoya (2007) considera a la caricatura política como una lectura del caricaturista desde su particular posicionamiento periodístico, cuya interpretación se vincula al momento en que la noticia es producida y se liga al ámbito de lo considerado como político. Este recurso permite entender desde qué lugar se despliega su oficio y qué le está permitido decir o no. La caricatura no solo despliega un texto escrito, sino que es el punto de partida desde el cual la ciudadanía comprende las posibilidades móviles del humor visual en un determinado entramado social y las distintas apropiaciones que hacen sus lectores.
La caricatura puede representar una situación a través de su visión de la vida cotidiana. Mediante inversiones y paradojas, permitirse plantear utopías o miradas profundas de los temas esenciales. En efecto, la caricatura no necesita actuar siempre en contra del poder, al contrario, necesita ser crítica e ingeniosa, y estar constantemente cuestionando discursos sólidos. La caricatura es la única que responde de frente al poder de turno y, así, se constituye en un medio idóneo para la protesta y la irreverencia frente al statu quo. El caricaturista necesita pretextos y los gobernantes ayudan a crear la atmósfera oportuna para el humor. En este sentido, la caricatura hace ver cómo se fraguan los procesos de crecimiento del poder y comunica a través de la sátira, lo que coloca al poder en su verdadero sitio. Al apoyarse en su contenido visual metafórico transmite efectivamente su mensaje a la audiencia, de forma clara, contundente, y de fácil recordación. Lo caricaturesco es el símil sobre el país, un lugar donde todo es posible y los únicos que se atreven a mostrar las contradicciones son los caricaturistas (González, Martín, Ruiz-Navarro y Salazar, 2010).