Compara los métodos de pensamiento dialéctico mecanicista y escolástica
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Modelo mecanicista y método dialéctico
Ediciones de la Revista “Tareas”
Panamá, 1966
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Folleto de 149×213 mm. 16 páginas más cubiertas. [cubierta] “Modelo mecanicista y método dialéctico | Ricaurte Soler”, [1] “Modelo Mecanicista y Método Dialéctico”, [2] Del Autor, [3] “A Ninín”, [5] “Ricaurte Soler | Modelo Mecanista y Método Dialéctico | Ediciones de la Revista “Tareas” | Panamá, 1966”, [7-16] texto, [interior de la contracubierta] Ediciones de la Revista “Tareas”.
El texto de este opúsculo fue reeditado en 1973, sin modificaciones, como primer artículo del libro Estudios filosóficos. Sobre la Dialéctica (Ediciones Librería Cultura Panameña, Panamá 1973, págs. 11-36). Fue de nuevo publicado, en 1994, en el número monográfico dedicado a Ricaurte Soler por la revista Lotería (nº 400).
Es indudable, desde el punto de vista histórico, que las concreciones mejor dibujadas de la cosmovisión mecanicista han tenido lugar en la época moderna. En buena parte en la filosofía cartesiana, y con mayor entidad en la de Newton, el mecanicismo ha corporizado en un sistema de conceptos de perfiles nítidos y rigurosos. Con todo, la calificación de mecanicista a filósofos de la antigüedad, y aún a modalidades del pensamiento de filósofos varios de la época actual, es perfectamente legítima. La razón es clara. El mecanicismo es, ante todo, un estilo de pensamiento filosófico, una cosmovisión, un “modelo” de sistematización y método cuyos conceptos fundamentales y lógica interna el presente estudio se empeña en señalar.
La utilidad de este intento no parece discutible. Como sistema de conceptuación y método, en confrontación con la perspectiva dialéctica, cabe revelar en el mecanicismo su poder de atracción, sus aciertos parciales e insuperables limitaciones. La circunstancia de encontrarse hasta el siglo XIX en vinculación estrecha con las formas históricas asumidas por el materialismo permite igualmente determinar la conveniencia de despejar sus categorías básicas, y la lógica interna de esas categorías básicas.
La identidad
El “modelo” que presentamos no se ha realizado explícitamente en ningún mecanicismo históricamente considerado. Pero la concatenación de las categorías básicas a que nos referíamos está implícita en todo materialismo mecanicista y en toda formulación filosófica determinable como tal. Entre esas categorías básicas intentaremos descubrir las conexiones entre la identidad, las relaciones externas, la cantidad y la totalidad cuantitativa, dejando para una consideración especial ulterior lo relativo a la causalidad mecánica. Por constituir la identidad un punto de confluencia entre el idealismo –particularmente el idealismo objetivo– y el materialismo mecanicista, conviene que analicemos, en primer término, las implicaciones mecanicistas de esa categoría.
El punto de vista de la identidad no ha sido, efectivamente, patrimonio exclusivo del idealismo. La economía de pensamiento que sugiere el poder reducir –reducir, se ha dicho, es la obsesión mecanicista– la variedad de lo existente a un principio invariable, idéntico a sí mismo, sedujo por igual a idealistas y materialistas. El idealismo, por lo general, encontró en Dios, el ser espiritual absolutamente idéntico, la explicación suprema de lo variable, multiforme y perecedero. Hasta el siglo XVIII, y aún hasta el XIX, el materialismo encontró en las partículas de la materia –“átomos”– siempre iguales a sí mismas, siempre idénticas, las realidades últimas que diferentemente combinadas constituían la clave para comprender la multiformidad de lo existente. [8]
Sobre unos y otros, sobre idealistas y materialistas, señoreaba pues una identidad absolutamente exigente, que precisamente por ello planteaba problemas con soluciones obviamente ineficaces. De un Dios absolutamente sí mismo no se podía, desde el ángulo idealista, explicar la aparición de lo que no es sí mismo –lo variable y perecedero del mundo material–. Es por ello que el Dios aristotélico no sólo no ha creado el mundo; ni siquiera lo conoce. La pregunta surge espontánea: Entonces ¿para qué Dios? Posteriormente el cristianismo intentó una explicación de la relación Identidad (Dios) - No Identidad (Mundo), pero al precio extraordinario de introducir el misterio (la fe sobre la razón, la teología sobre la filosofía) cuando se trataba de contestar la pregunta; Entonces ¿para qué el Mundo?
Desde el ángulo materialista la solución era sólo aparente. La multiformidad de los objetos se explicaba a partir de la identidad de sus elementos, lo que obviamente supone la apariencia, la irrealidad de las cosas varias que así se sacrifican a la identidad de las partículas que las componen. El mundo de ese materialismo de la identidad expresa, pues, una imagen de cosas sólo varias en apariencia.