como vivia la gente
antopechochita:
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. .Estos cambios, cuyos efectos son visibles entre los grupos tardíos del valle medio del río Cauca, de la región del río Calima, del altiplano nariñense, del alto Magdalena y del bajo San Jorge, no implicaron una transformación a fondo de la sociedad, sino más bien una mejora sustancial en las condiciones de vida de la población en general en detrimento de los privilegios cacicales. Prueba de ello son las adecuaciones topográficas emprendidas por las diferentes unidades cacicales con el objeto de mejorar condiciones de producción de los alimentos para poder sostener a la creciente población y la disminución de bienes suntuarios de uso exclusivo de la élite cacical.Otro factor de transformación tardía de la población nativa prehispánica tuvo que ver con el fenómeno de la colonización interna que ha caracterizado y sigue caracterizando al país; en efecto, a partir del siglo XII, migraciones sucesivas de población Karib procedente del área del Caribe remontaron los ríos Cauca y Magdalena para dispersarse en las vertientes interiores de las dos cordilleras; de la fusión de estos migrantes con la población local asentada en la zona de tiempo atrás surgieron dos tradiciones locales.Los vestigios de la primera de ellas, denominada tradición de Urnas funerarias del Magdalena medio, se encuentran diseminados en el valle medio y bajo del mencionado río; sus portadores eran grupos que vivían sobre las terrazas aluviales en viviendas comunales similares a las malocas de las tribus amazónicas y cuya cultura material parece indicar que se trataba de comunidades igualitarias. La otra es la tradición Sonsoide del valle medio del río Cauca, integrada por variedad de grupos asentados en ambas riberas del río e interrelacionados a través del intercambio.Un poco más hacia el sur, en el valle del Patía, estuvieron asentados pequeños cacicazgos correspondientes a la fase Guachicono, cuya cultura material tenía semejanzas con la de los Pastos del altiplano nariñense, quienes, según los primeros cronistas españoles, eran el grupo más numeroso de la gobernación de Popayán. Los pastos vivían en aldeas hasta de cien bohíos, tenían rebaños de llamas, se alimentaban de tubérculos andinos, quinua y maíz y comían cuy. El intercambio a larga distancia con la costa lo realizaban los mindalaes, unos mercaderes especializados en trasladar productos desde sus comunidades de origen hasta zonas distantes, de tal forma que podían proveer a los caciques de bienes de lejana procedencia como los caracoles de mar y las cuentas de concha. Marcado regionalismo de los grupos tardíosEl país de los dos siglos anteriores a la conquista y colonización españolas estaba conformado por un mosaico de grupos autónomos de diverso nivel de desarrollo, estilo de vida y organización política que vivían diseminados en el paisaje y acomodados a la topografía natural; desde un principio esta costumbre de vivir dispersos fue combatida por los españoles, que obligaron a los indígenas a reunirse en aldeas con el fin de facilitar su conquista y evangelización. A los ojos de los conquistadores, la población nativa adolecía de una fragmentación política extrema y su comportamiento en general manifestaba una gran belicosidad; la única excepción la constituían los muiscas habitantes del altiplano cundiboyacense, cuyo sometimiento no presentó mayores problemas.En la región caribeña la fragmentación era aún más palpable. Con excepción de la Sierra Nevada de Santa Marta, habitada por los tairona, que tenían una estructura urbana y una compleja red vial, la población de la llanura caribeña vivía de los recursos acuáticos de ríos, ciénagas y mar. En la ciénaga grande de Santa Marta merodeaban los recolectores de moluscos, quienes se asentaban por temporadas para recolectar almejas y pescar bagres, róbalos y mojarras; algunos de estos grupos practicaban una incipiente agricultura y mantenían relaciones con los grupos de la Sierra Nevada. Los grupos costeros en general tenían una gran movilidad y, con excepción de los cacicazgos de la Sierra Nevada, la depresión momposina y la península de la Guajira, su organización social y política era de tipo igualitario.Las tribus que poblaban la costa Pacifica vivían de la pesca, la caza y la agricultura, asentadas muy cerca a la línea de los manglares sobre montículos artificiales; estas construcciones tenían por objeto aislar a los indígenas de la extrema humedad que caracteriza la zona. La región amazónica tenía una menor densidad de población que las costas y la zona andina; allí las viviendas comunales de los nativos estaban ubicadas cerca a los ríos, muy distantes unas de otras.Este poblamiento fragmentado en etnias disímiles estaba articulado por medio del intercambio y de la guerra. Del primero de ellos existen numerosos vestigios excavados de las tumbas y de los basureros; al parecer tenía un radio de acción variable, pues abarcaba desde el trueque sencillo de productos de estricta supervivencia para las unidades domésticas, hasta el intercambio a larga distancia de productos exóticos que hacían mercaderes especializados. Desafortunadamente, de la guerra intertribal de ataque y repliegue con dardos y macanas no quedaron evidencias materiales; sin embargo, la insistencia con que los cronistas la mencionan en sus relatos hace pensar que ésta fue constante entre las comunidades prehispánicas.En la región andina los grupos agrícolas habían logrado una adaptación óptima al medio cordillerano, asentándose en un piso térmico y colonizando los pisos contiguos con el objeto de procurarse el acceso a productos de otros climas; esta microverticalidad se practicó en los fríos altiplanos cundiboyacense y nariñense, en la montaña santandereana, en las cordilleras occidental y central y en la Sierra Nevada de Santa Marta
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