¿Cómo veían a los indígenas los jesuitas? ¿Cómo veían a los indígenas la iglesia y los políticos?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
leemos ingenuamente los textos eclesiásticos peruanos de los siglos XVI y XVII, podemos terminar creyendo que los indígenas de los Andes nunca se convirtieron al catolicismo. Es más, podríamos tener la convicción que fueron totalmente impermeables a él o, en el mejor de los casos, que tuvieron tan sólo un leve barniz cristiano para disimular mejor ante los ojos de los españoles y poder continuar así, en la clandestinidad, con la práctica de su antigua idolatría. De hecho, una parte importante de la historiografía asume lo que dicen estos documentos literalmente sin plantearse demasiadas preguntas heurísticas. El razonamiento que se sigue es simple: puesto que los propios eclesiásticos debían admitir, y ello recurrentemente, el fracaso de la evangelización en vez de tratar de hacer la apología de su misión, se trata de testimonios sinceros que nos revelan una realidad evidente e indiscutible.
2Habiendo admitido este principio, diversos historiadores y antropólogos han ido bastante más lejos. Han identificado las manifestaciones religiosas descritas en esos textos como supervivencias de las religiones prehispánicas y, en algunos casos, como formas de resistencia a un catolicismo invasor. Al hacer esto se ha construido una imagen de la sociedad colonial a mi parecer errónea y simplificadora: indios y españoles habrían vivido drásticamente separados y opuestos entre sí por voluntades esencialmente contrarias. El mérito de los primeros habría consistido en “resistir” a la “dominación” permaneciendo lo más cerca posible a lo que eran antes de cualquier contacto. Los segundos en cambio habrían tenido por principal objetivo asimilar a todo trance a la población local para dominarla mejor. Ambas afirmaciones son engañosas.
3Si bien esta visión ha sido constantemente defendida por lo que hoy se llamaría las corrientes “políticamente correctas”, en ella se le niega al indígena toda posibilidad de cambio o de aspiración a la modernidad a riesgo de perder su identidad y de convertirse en algo así como un traidor a su propia causa. Queriendo defenderlo, no se hace sino prolongar una actitud del poder colonial que, precisamente, no buscó asimilar a la población local sino, por el contrario, que mantuviese una especificidad étnico-cultural para diferenciarse de ella. De hecho, la propia categoría “indio” no es sino una construcción propiamente colonial que no tiene ningún sentido sin la mirada y las relaciones de poder colonizadoras. La única manera de construir una sociedad colonial es preservando a toda costa una oposición, una separación entre nativos y colonos pese a que en la realidad, con el paso del tiempo y los mestizajes de todo tipo (culturales y biológicos) que se generan, ello se vuelve totalmente artificial. Es por eso que el Estado colonial convierte el término “indio” en una categoría jurídica, que no conlleva en principio una definición que hoy en día denominaríamos cultural, y garantiza así su perpetuación. Ser “indio” se hereda sin duda pero es básicamente aquel que está obligado a pagar tributo a la corona, a efectuar turnos obligatorios de trabajo personal (mita), principalmente en las minas, y cuyos derechos por definición le impiden ejercer los mismos cargos administrativos que los españoles y criollos. “Indio”, al mismo tiempo, unifica y reduce todas las diversidades locales a una sola etiqueta.