como terminó el romance de Tristán e Isolda??
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Respuesta:
Este montaje, tan sobrio como la propia obra, que cierra la luz salvo una parte mínima del escenario del fondo, que evita la presencia de los coros en escena, dejando sólo unos extraños y lejanos figurantes, concentra la acción en una parte reducida del escenario, enmarcada por ese ángel simbólico y real a la vez, que es algo mucho más importante que un simple efecto escenográfico. La dirección de orquesta inflama también a los intérpretes. Elizabeth Connell, de excepcional voz en todos los registros, como Matti Salminen, extraordinario rey Marke, y Siegfried Jerusalem, el Tristán de los años noventa, a pesar de que su instrumento vocal note el paso de los años, pero no afecte a su talento interpretativo en el alucinante monólogo del tercer acto, y los demás cantantes consiguen hacer orgánica una interpretación operística. La emoción surge del interior, y, por tanto, la comunican a los espectadores a los que la larga duración de la obra les parece brevísima.
Tristán e Isolda, esos amantes que estuvieron a un paso de una muerte aceptada como venganza y expiación, y que forman parte de la mitología de la Edad Media europea, en esa lucha de lo espiritual y lo material, son ya eternos desde que Wagner escribió su ópera. Para los estudiosos, existen los textos originales, y ello está muy bien, pero como ocurre en tantos casos, los mitos que surgen del pueblo se potencian y se enriquecen cuando son transformados en cualquier forma de arte. ¿Quién conocería la historia de Tristán e Isolda sin las referencias wagnerianas? Hasta Buñuel utilizó la bellísima música del preludio y de la muerte de Isolda en sus dos películas surrealistas. Curiosamente, el realizador baturro comprendió que esta obra de Wagner no era monolítica y cerrada, sino que incluso desde su audacia armónica encerraba muchas posibilidades de ser leída y utilizada. El mito, pues, para terminar, siempre tiene esa facultad de crecer y desenvolverse. Ha sido una suerte que una representación extraordinaria nos obligue a reflexionar de nuevo sobre la permanencia de la memoria y su enriquecimiento necesario en el devenir de la cultura humana.