¿Como sucedio El Legado Novohispano?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Toda enunciación retórica se desarrolla en el ámbito del lenguaje y de la comunicación humana, y tendrá, por tanto, aspectos universales y particulares, como el mismo ser humano, de quien la retórica es propia. Según Aristóteles, tanto la dialéctica como la retórica gozan en forma análoga de esa universalidad y particularidad:
Ambas, en efecto —dice—, versan acerca de cosas tales, que, comunes en cierto modo, de todas es competencia conocerlas y no de alguna ciencia determinada. Por eso también todos en cierto modo participan de ambas, pues todos hasta cierto punto tienen entre manos tanto averiguar como sostener una razón, tanto defenderse como acusar.4
Y, naturalmente, de las circunstancias históricas y de la práctica, ya sea al azar ya sea en cierta forma acostumbrada, surge la doctrina retórica, como dice Aristóteles: "y ya que de ambas formas es posible, es evidente que sería posible también hacerlo con método".5 Así, los acontecimientos y las circunstancias de tiempo y lugar son el marco histórico necesario para el origen y desarrollo de una doctrina retórica.
Ahora bien, el 12 de octubre de 1492 ocurrió un acontecimiento trascendental en la historia de la humanidad: el descubrimiento del Nuevo Orbe, como lo llamaron los novohispanos. Dicho suceso y las acciones realizadas en torno al mismo fueron el marco histórico para una época de la práctica y doctrina de la retórica. De ese Nuevo Orbe hacía mención Julio II en su bulla Universalis Ecclesiae, del 28 de julio de 1508, a los Reyes de España: "Tierras no conocigas... Países ignorados, muchos Lugares, e Islas, y entre ellas una muy poblada y de mucha estimación, a la que pusieron el nombre de Nueva España".6 Esta es una de las menciones más antiguas de dicha región. A eso se reduce lo novohispano, en el espacio, en el tiempo y en su gente, y, por ende, también la retórica.
Es bien sabido que de los españoles llegados a la Nueva España, unos llegaron como conquistadores y otros como misioneros. Los primeros se valieron de la fuerza física y de las armas para someter a los indígenas y despojarlos de sus tierras, como consta en las denuncias que de ello hicieron los escritores apologistas de los indios, como Las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Alonso de la Veracruz, en De dominio infidelium et iusto bello, o Zapata y Sandoval, en De iustitia distributiva. Frente a esta conquista militar contrasta la labor humanitaria de los misioneros, quienes se enfrentaron tanto a las costumbres y a las disposiciones de ánimo de los indígenas como a la conducta injusta y cruel de los conquistadores, que en manera alguna era rúbrica de la doctrina de la evangelización.
Las bulas Inter caetera de Alejandro VI (1493) y Universalis Ecclesiae de Julio II (1508), bajo la doctrina del poder absoluto, concedieron a los reyes de España territorios y dominio sobre los pueblos descubiertos y conquistados, y propiciaron la situación de conflicto en el mundo novohispano. De tal manera, el lenguaje bélico de la conquista se trasladó al lenguaje dialéctico de la controversia De debellandis Indis, en la que naturalmente una de las partes fue la apologética ya mencionada. Además de la controversia y la apología, surgió también el discurso de la Evangelización, para que los misioneros instruyeran y educaran en las buenas costumbres a los indígenas, como decía Alejandro VI en su bula: "Varones virtuosos, temerosos de Dios, doctos, y expertos, para que instruyan en la Fé Catholica, y buenas costumbres a los habitantes referidos".7 Pues la evangelización no era solamente doctrinal y religiosa, sino también educación personal y social proveniente de un mundo muy diferente al de los conquistadores. Tal fue, pues, la circunstancia novohispana que dio origen a una retórica, no nueva en su naturaleza, pero sí en sus características: la retórica novohispano.
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