cómo serían los resultados de la convivencia y el proceso de aprendizaje en nuestra institución y la familia si no hubiera acoso o maltrato. Doy coronitaaa
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La responsabilidad última de la prevención y erradicación del acoso corresponde
a los adultos a cargo de ese espacio educativo, tanto familias como escuela.
Precisamente por eso, una estrategia clave para la erradicación del acoso será
enseñarles a pedir ayuda al adulto, a buscar un referente de protección y
seguridad cercano. El mensaje protector por excelencia tanto por parte de las
familias como por parte de la escuela a los niños, niñas y adolescentes ha de ser“Pide ayuda”, no “Sé fuerte” o “Defiéndete solo”. Por mucho que se introduzcan
estrategias de mediación para la erradicación del acoso, esos procesos de
mediación siempre han de ser guiados y supervisados por un adulto que
garantice ese entorno de seguridad y el manejo adecuado de la situación.
Las familias han de trabajar las habilidades para la revelación del dolor y
sufrimiento que estén viviendo sus niños y niñas, venga de quien venga. Pero
esas habilidades van a requerir varios elementos clave. El primero ya ha sido
mencionado, una conexión emocional fluida con el interior y una adecuada
consciencia corporal en el niño, niña o adolescente (Stapert y Verliefde, 2011). Sin
ese nivel de conexión difícilmente el niño o la niña va a revelar el acoso porque
a veces puede darse el caso de que ni siquiera sea consciente de estar siendo
agredido, sobre todo cuando quien le agrede utilice la violencia psicológica,
la manipulación, el chantaje o la amenaza y especialmente cuando exista una
relación afectiva de amistad o de pareja entre adolescentes con esa persona.
El segundo elemento clave para promover las habilidades de revelación
en los niños, niñas y adolescentes es generar una comunicación honesta
y fluida en las familias. Si existe una comunicación honesta y fluida, los
niños, niñas y adolescentes recurrirán a sus familias cuando tengan miedo,
o dudas o cuando se sientan mal. Les parecerá tan obvio hacerlo como
cuando recurrían a sus padres porque no sabían resolver un problema de
matemáticas (ver Faber y Mazlish, 2013; Gordon, 2006; Kashtan, 2014).
Pero esa comunicación es, una vez más, el resultado de una vivencia
mantenida en la cotidianidad. Las familias donde esos cauces de
comunicación existen son familias acostumbradas a conversar en las comidas,
casi siempre sin la televisión encendida para poder hacer escucha activa
real de lo que se están contando los unos a los otros; los padres tienen por
costumbre compartir sus vivencias cotidianas de forma gradual según la
edad del niño pero constante a lo largo de toda su vida y no ocultan sus
propios estados emocionales, dándoles forma y poniéndoles palabras para
que los niños, niñas y adolescentes puedan aprender a reconocer en ellos
estados similares. Familias, en definitiva, donde existen dos elementos claves:
presencia física y afectiva y consciencia por parte de los adultos.
Y una vez que se ha cultivado la consciencia corporal y conexión emocional
interior en el niño o niña y se ha creado una comunicación honesta y fluida
en la familia, hay que romper la dinámica del secreto que sustenta el acoso.
Y para ello existe una pauta educativa de protección muy útil: la diferencia
entre los “buenos secretos” y los “malos secretos”. En el acoso quien
agrede siempre intenta que las víctimas mantengan en secreto lo que está
sucediendo para salir impune y poder prolongarlo.
Por eso esta clave educativa cumple una función preventiva esencial. Los
secretos forman parte de la intimidad de las personas y en principio se
guardan. Esos son los “buenos secretos”. Revelar un “buen secreto” es ser
un “chivato”. Pero existen los “malos secretos”, en los que pasa lo contrario:
revelar un “mal secreto” es ser un buen amigo, ser protector. Los “malos
secretos” son de tres tipos: los que conllevan que el propio niño, niña o
adolescente se haga daño; los que conllevan hacer daño a una tercera
persona; y los que impliquen hacer algo que los niños, niñas o adolescentes
nunca podrían hacer delante de sus padres.
Estos criterios son esenciales, porque a veces los “malos secretos” vienen
legitimados de forma inconsciente dentro de la misma familia. corona porfa.