¿Cómo sería tu vida sin Dios?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
En teoría, cualquiera sabe esto, y podría decir: «yo, lo que quiero, es ser feliz». Y sin embargo algo falla, porque con frecuencia el hombre no consigue alcanzar la felicidad. Quizás hemos tenido la experiencia de mirar las caras de la gente a nuestro alrededor durante un viaje en metro o autobús y hemos podido descubrir rostros marcados por la tristeza, la angustia y el dolor. «Los hombres mueren y no son felices», sentenciaba con cierto pesimismo un escritor ateo del siglo XX. Y puede que nos hayamos preguntado interiormente: «Señor, ¿qué pasa?».
El plan de la Creación incluía nuestra felicidad, pero algo falló. No siempre conseguimos ser felices y, a menudo, quizás por eso mismo, tampoco logramos hacer felices a los demás. Es más, no raramente causamos sufrimientos unos a otros, actuando de una manera cruel y perversa. Con frecuencia, hemos de decir: «Señor, ¡ten piedad de tu pueblo! Señor, ¡perdón por tanta crueldad!»[3], como rezaba el papa Francisco durante la visita a Auschwitz-Birkenau en la Jornada Mundial de la Juventud de 2016. Más tarde, esa misma noche, al dirigirse a la multitud desde la ventana del arzobispado, añadió: «He estado en Auschwitz, en Birkeanu. ¡Cuánto dolor, cuánta crueldad! Pero, ¿es posible que nosotros los hombres, creados a semejanza de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas?».
¿Qué pasa? ¿Por qué tanta gente no es feliz? ¿Por qué realidades que prometen tanta felicidad –la amistad, los lazos familiares, las relaciones sociales, las cosas creadas- son a veces fuente de tanta insatisfacción, amargura y tristeza? ¿Cómo es posible que los hombres seamos capaces de producir tanto daño? Las respuestas a estas punzantes y dolorosas preguntas se concentran en una palabra: el pecado.
Enemigo de la felicidad
Etimológicamente, la palabra «pecado» viene del latín peccatum, que significa: «delito, falta o acción culpable». En griego, la lengua del Nuevo Testamento, «pecado» se dice hamartia, que significa: «fallo de la meta, no dar en el blanco», y se aplicaba especialmente al guerrero que fallara el blanco con su lanza. Por último, en hebreo la palabra común para «pecado» es jattáʼth, que también significa errar en el sentido de no alcanzar una meta, camino, objetivo o blanco exacto.
Explicación: