cómo sería en la actualidad Ventero?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote de la Mancha.
Y lo más raro es que se parecen como se parecían dos gotas de agua a los que en los desiertos de Siria y de la Arabia tienen a su cuidado los «caravansérails»; esto es: las ventas donde se alojan las caravanas en aquellos remotos países, si es que son exactas las descripciones de Chateaubriand, Las Casas, Belconi y Lamartine.
Lugar era éste en que uno de esos prolijos investigadores del origen de todas las cosas podía lucir su erudición y la argucia de su ingenio manifestándonos que las ventas de ahora son los «caravanseradis» de tiempos de moros; y acaso el nombre de «Carabanchel» le ofrecería un argumento inexpugnable. Pero quédese esto para los que siguen la inclinación y buen ejemplo del estudiante que acompañó a Don Quijote a la cueva de Montesinos, y que se ocupaba en escribir la continuación de Virgilio Polidoro, y ocupémonos nosotros del ventero, pues es tipo de tal valía que el curso de dos siglos no lo ha variado en lo más mínimo.
Antes de escribir el contenido, describiremos el continente; antes del actor, la escena, como parece natural, y como lo verifican los naturalistas, que hablando, verbigracia, de la nuez, nos pintan primero el erizo, luego la cáscara y, en último lugar, la parte clara y comible. Hablemos, pues, de la venta antes que del ventero.
La definición que de la palabra «venta» da el Diccionario de la Lengua, y que sirve de epígrafe a nuestro artículo, no deja qué desear, y sería insistir en explanarla hacer agravio al consejo de mis lectores. Porque ¿cuál de ellos no habrá pasado una mala noche, y comido detestablemente en alguna venta, cuando haya hecho un viajecillo de media docena de leguas? La venta, pues, es conocida de todos los españoles y de todos los extranjeros que hayan viajado en España. Pero es preciso no confundir la venta con el «parador», que es un progreso; ni el «ventorrillo», que es un retroceso; pues, por lo común, el ventorrillo sube a venta si le sopla la fortuna, y la venta pasa a ventorrillo cuando ésta, ciega, caprichosa y antojadiza, le niega sus favores. Y en cuanto al parador, advertiremos que, aunque pudiera ser venta en su primitivo origen, hay muchos que nacieron paradores hechos y derechos. Y que su casa no es de veredas ni encrucijadas, sino de caminos reales y carreteros; como si dijéramos, la alta aristocracia de la especie.
Explicación: